Todos vivimos nuestra vida, pero nunca en frío y de modo aséptico, sino con pasión e intensidad en ocasiones, en otras con tranquilidad, con amargura o alegría, otras con indiferencia y también con rutina. En cualquier caso creemos tener muy claro el concepto de la vida, aunque en realidad no la entendamos. Nos parece lo más normal abrir los ojos y tener enfrente un mundo que más o menos creemos comprender. Pensamos que eso es precisamente estar vivos, y que ello depende de la salud.
Hemos llegado a creer que la vida es fruto del buen funcionamiento de todos nuestros órganos, confundiendo así causa con condición. Porque nuestra vida no resulta del buen estado de nuestro cuerpo, como demuestran cantidad de ejemplos; uno de ellos puede ser el de los que, sufriendo una enfermedad grave o crónica, tienen ánimo para sobreponerse a ella y realizan una intensa actividad intelectual y laboral. Y es que la vida no emerge de los órganos corporales sino que es mucho más que ellos; cuenta con ellos, indudablemente, pero los trasciende, va más allá de su estricta función y viene también desde más adentro.
Mi vida no son esas corrientes nerviosas que van desde las distintos tejidos hasta el cerebro y viceversa; eso es energía física, totalmente impersonal y medible. La vida es por el contrario algo personal e intransferible, como lo es esa sensación que nos produce la vista de una flor, de una tormenta o de cualquier otra maravilla de la naturaleza; esa ternura que experimentamos – distinta a la de todos los demás como distintas son las huellas dactilares- ante una caricia; la satisfacción ante un éxito; el desconsuelo tras un infortunio, las distintas emociones que nos invaden ante lo que a diario nos sucede. Es ese sabor amable o agridulce, personal y diferente al de todos, que nos acompaña tiñendo todas nuestras experiencias, las cuales tienen su necesario reflejo en el sistema nervioso, pero que son más que ese reflejo.
Nuestra vida tiene reflejo en el sistema nervioso, pero es más que ese reflejo
Ni somos ni seremos conscientes de cómo son y cómo funcionan nuestras neuronas y el cerebro, sólo la ciencia nos lo podrá ir revelando, aunque será muy difícil que lo alcance plenamente; pero lo consiga o no, lo conozcamos o no lo conozcamos, seguiremos experimentando toda esa gama de vivencias, porque ellas son la vida, que no depende de nuestro cuerpo, sino que es nuestro cuerpo el que depende de la vida. Si no lo entendemos así no llegaremos a entenderla nunca.
Alfonso Verdoy