Había una vez un niño llamado Txitxirito que vivía en Wellington (Nueva Zelanda). Él estaba celebrando la Navidad con sus amigos. Txitxirito estaba muy emocionado porque era el 24 de diciembre ¡¡Papá Noel iba a traer regalos!!
Txitxirito había quedado con su amigo Champaliko en la plaza. Cuando llegaron allí, vieron a una chica muy guapa. Se acercaron a ella y les dijo si querían ir a su casa, claramente ellos dijeron que sí , pero no sabían lo que les iba a pasar.
Cuando llegaron a su casa, la chica les preguntó si querían quedarse a dormir.
Aunque Champaliko no estaba seguro, le parecía un poco rara la chica. Además, tenían que celebrar la Navidad, de repente Champaliko se dio cuenta que lo que quería la chica era hipnotizar a Txitxirito y llevárselo. Rápidamente Champaliko tuvo una idea, atrajo a la chica con su flauta tocándole una canción y la encerró en una jaula vieja y sucia con ratones. En ese momento, ellos salieron corriendo a su casa.
Al día siguiente, los dos abrieron sus regalos y les trajo Papá Noel lo que habían pedido. Ellos se alegraron mucho.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Nuño Espinosa Tanarro 5ºA
Frío el muñeco de nieve
Érase una vez un muñeco de nieve llamado Frío, no era un muñeco de nieve normal ¡Resulta que tenía tres ojos y dormía de pie! Él tenía un gran amigo llamado Sardina, que era un gato feliz, amigable y saltarín. Una fría mañana de invierno, iban paseando en busca de algo para comer, sin saber que les estaban observando.
De repente, algo o alguien se acercó y…¡Zas! trapó a Sardina con un saco ¡Era el perrero, “El Arruina Navidades”! Frío intentó alcanzarlo, pero no pudo por culpa de sus pequeñas patitas. -¡Te salvaré Sardina !(Dijo mientras veía como se aleja el perrero).
Frío regresó al callejón triste y solo. Pero aun así, no perdió la esperanza ¡Tenía que ir a decírselo a Papá Noel para salvar a Sardina! Cogió su mochila, sus dos barritas energéticas y fue en su busca. uando llegó a su primera parada, Helsinki en Finlandia, aprovechó para ir al supermercado a por dos barras de pan y arenques. Fuera del supermercado, sacó su navaja y se preparó un buen bocadillo para comer de camino a la Costa Norte. Una vez allí, paró un rato a descansar y se fue a por un billete de barco.Transcurridos unos días, lo cogió y llegó al Polo Norte.
Estaba helado y apenas se podía ver. Gracias a su tercer ojo, pudo divisar una pequeña casa. Se acercó a ella, abrió la puerta y….¡Era Papá Noel! Éste le dejó asiento y Frío le contó lo sucedido. A Papá Noel eso no le gustó nada y organizó el viaje de vuelta a España. Los dos se echaron a dormir. A la mañana siguiente, se ducharon, desayunaron, dieron de comer a los renos, prepararon el trineo y salieron volando ¡Llegaron a España en una hora! Una vez allí, localizaron la perrera.
Aguardaban escondidos entre los árboles esperando la noche. A las doce en punto Papá Noel gritó ¡Jo, jo, jo…! Todos los perros de la perrera comenzaron a ladrar al pensar que había llegado la hora de los regalos. Aprovechando el alboroto, Frío entró sigilosamente mientras Papá Noel vigilaba, buscó a Sardina hasta encontrarlo y salieron corriendo hacia el trineo, montaron en el hermoso carruaje y se dirigieron hacia las estrellas. Eso sí…¡Sin olvidarse antes de partir, dar los regalos a todos los animales de la perrera!
Y mi boli sin tinta dice fin con la firma.
Julen Agorreta Gillén 5ºB
Los salvadores de la Navidad
Hace muchos años en Nochebuena estaba Rayo Mcqueen y Mate cenando cuando escucharon un ruido arriba. Al subir, no vieron nada y como habían terminado de cenar se pusieron a dormir ansiosos por si les traían regalos. Al despertarse, bajaron a ver y ¡bammm! escucharon la puerta cerrarse. No le dieron mucha importancia hasta que entraron al salón y ¡no estaban los regalos!
Al cabo de un tiempo se propusieron ir a la fábrica de regalos de Santa Claus. Llegaron muy tarde, pero entraron y vieron a Santa investigando sobre un ladrón de regalos y le dijeron Mate y Rayo: – Santa, al despertarnos oímos el ruido de la puerta cerrarse y al entrar los regalos no estaban.
Y Santa dijo: – Otras personas en el mundo me están diciendo lo mismo. Así que miró la lista de las personas que mejor se habían portado y aparecieron Rayo y Mate.
– Como os habéis portado bien, os voy a dar el honor de salvar a tod@s l@s niñ@s tristes y sin regalos pero para eso tendréis que viajar en el tiempo al pasado a ver quién fue y recuperar los regalos.
¡Y cómo no! Rayo y Mate dijeron que sí. Se metieron a la máquina del tiempo y ¡flassssh! desaparecieron a la entrada de su casa por la noche. Miraron el calendario desde la ventana y era veinticuatro de diciembre a las diez de la noche, y vieron a alguien entrando por la ventana de arriba. De repente, se acordaron del ruido a esa misma hora. Antes de eso, se escondieron y ¡bamm! escucharon la puerta otra vez. Siguieron a esa persona y llegaron al Templo De La Oscuridad y en la puerta vieron que ponía: THANOS. Le mandaron un email a Santa diciendo que el ladrón era Thanos o alguien que trabajara para él.
Por fin, llegaron a entrar sin que nadie se diera cuenta y se encontraron con un laberinto gigante. Para Rayo era normal, porque era muy rápido pero Mate era muy lento así que tuvo que esperar. Cuando estaban a la salida del laberinto, se encontraron con una sala grande y una gárgola. A los diez minutos, pensaron que esa no era la salida y al ir a girarse la gárgola les dijo:
– Ésta sí que es la salida pero para avanzar tendréis que responder a tres preguntas:
– Primera pregunta: ¿cuándo es Nochebuena?
Y Rayo dijo:
– ¡El veinticuatro de diciembre!
La gárgola comentó:
– ¡Muy bien! Bueno seguimos, segunda pregunta: ¿cuándo es Nochevieja?
Mate respondió:
– ¡El treinta y uno!
Rayo dijo:
– ¿Cómo lo sabes? Mate respondió que era porque se cena muy bien y le gusta mucho.
La gárgola dijo:
– Dejaros de tonterias y escucharme. Tercera pregunta: ¿Qué conduce Santa Claus? y Rayo respondió ¿Un coche? Y la gárgola dijo:
– Respuesta incorrecta, Santa conduce un trineo. Toca el castigo: tendréis que véroslas con el Grinch.
Debajo de ellos se abrió una compuerta. Se encontraron con el Grinch mucho más grande de lo que pensaban y con gafas. Al verlos, intentó atrapar a Mate pero no pudo. Después, a Rayo se le ocurrió quitarle las gafas así que, cuando el Grinch atacó a Rayo lo esquivó y se subió por el brazo hasta darle un golpe a las gafas que se rompieron y no podía ver bien. Grinch pensaba que Rayo era una manzana porque era rojo en cambio de Mate que era una lata de tinta marrón. Así que solo persiguió a Rayo.
Al final, éste le dio un golpe al Grinch y lo derrotó. Por fin, pasaron a la siguiente sala y se encontraron con Thanos sentado mirando hacia la puerta y dijo: – ¡Por fin habéis llegado! Os estaba esperando. Las cámaras de seguridad me alertaron de que unos ladrones habían entrado a mi guarida. ¿Qué queréis de aquí? – dijo Thanos.
Y Mate respondió: – Queremos los regalos que le has robado a todos los niños en el mundo, incluidos los nuestros.
– ¿Querréis los regalos, no? – dijo Thanos. Para eso, os tendréis que enfrentar contra mí en una pelea. Thanos estaba muy concentrado en que no le dieran golpes, pero por supuesto en intentar darlos él.
De repente de un portal apareció Santa Claus y dijo a Rayo y a Mate:
– Chicos, voy a ayudaros a luchar contra Thanos. Me llegó vuestro email así que, he venido aquí y también me he traído algunos amiguitos: Rudolf para que ayude a atacar y los elfos a defender y tirar regalos.
Eran tantas personas las que luchaban contra Thanos que éste se asustó tanto que se fue por la salida de emergencia dejando los regalos para ellos. Estuvieron un rato recogiéndolos entre todos los allí presentes. Justo era la hora de entregarlos.
Así que Rayo, Santa y Mate fueron en el trineo de Santa a repartir los regalos y cuando pasaron por casa de Rayo y Mate gritó dejándolos:
– ¡Adiós chicos! ¡Espero que lo paséis muy bien! ¡Feliz Navidad!.
Hugo Lorente Álvarez 5ºC
Derrota a la bruja malvada de la Navidad
Hace muchos años, en una aldea lejana, unos aldeanos decían que la Navidad era terrorífica, mala y que solo causaba desastres. Pero un niño llamado Charlie, creía que la Navidad era algo magnífico. Él tenía 11 años, el pelo corto y rubio; físicamente estaba fuerte para su edad. Tenía una amiga, llamada Clara, que también decía que la Navidad era magnífica. Ella tenía tres años más que él, su pelo era largo y rubio, de carácter era simpática.
Cerca de la aldea vivía una bruja, que les hacía creer que la Navidad era mala.
Clara y Charlie, se reunieron una noche para investigar o preguntar a la gente por qué les parecía la Navidad mala, pero nadie les contestaba. Clara y Charlie desesperados decidieron irse a casa, justo en el último instante un hombre les dijo:
-¡Eh, eh estoy aquí!
-¿Quién ha dicho eso? -respondió Charlie.
-He sido yo -dijo el hombre.
-Pero tú no eres un hombre -dijo Clara.
-Lo sé, soy un muñeco de nieve -dijo él.
Ellos no sabían muy bien lo que pasaba. El muñeco de nieve se llamaba William y les dijo que trabajaba para una bruja que vivía en una casita muy cercana a la aldea. Los niños asombrados, le preguntaron, qué bruja era esa porque no la conocían. El muñeco de nieve les dijo que la bruja les hacía creer que la Navidad era mala, y que si la derrotaban la maldición desaparecería.
Por la mañana Charlie, Clara y William se reunieron para decirles a todos que era una bruja la que les hacía creer que la Navidad era mala, pero al principio los aldeanos no les hicieron caso. Sin embargo, al cabo de una semana unos cuantos aldeanos les creyeron y se prepararon para atacar a la bruja, pero eran todavía muy pocos.
Al cabo de dos semanas todos les creyeron y se pusieron de acuerdo para el ataque.
Charlie, Clara y William prepararon una emboscada a la bruja, aunque algunos aldeanos tenían un poco de miedo.
Todos juntos fueron al bosque a casa de la bruja. Clara, Charlie y William entraron primero, pero no había nadie. Entraron un poco más adentro y de repente se cerró la puerta. La bruja les echó una pócima que les hacía viajar al tiempo en el que había dinosaurios.
Todos los aldeanos menos uno se fueron corriendo y regresaron a sus casas. Las cerraron con llave por si acaso.
Charlie, Clara y William no sabían dónde estaban, pero cuando se levantaron ¡vieron un dinosaurio! Y echaron a correr. Encontraron una cueva y se metieron. El dinosaurio era un Rex, muy grande y juguetón.
William lo observó desde la cueva y comprendió que sólo quería jugar. Los niños y William salieron de la cueva. El gran dinosaurio se agachó y William le tocó su hocico, y le dejó subirse a su lomo. También a Charlie y a Clara.
El aldeano, que no se había ido a la aldea para proteger a los niños y a William, se metió en la casa de la bruja a investigar cómo les podía traer de vuelta a la aldea. Veía muchas cosas pero no la que buscaba.
Después de un rato buscando la encontró, pero la bruja le saltó encima y empezaron a pelear.
El aldeano cogió un bastón y golpeó a la bruja en la cabeza, lanzó la pócima y se abrió un portal.
– ¡Rexi ve por ahí! -dijo William.
El Rex hizo caso a William.
Cuando se despertó la bruja, vio al Rex y salió corriendo pero este la cogió por los pies.
l cabo de un par de días, encerraron a la bruja y todos los aldeanos amaron la Navidad y decoraron las casas, las calles…¡Incluso al Rex le gustó la Navidad!
Esto es verdad y no miento, como me lo contaron te lo cuento.
Eder Domínguez Rodríguez-Mejía. 6ºA
¡Una Navidad desastrosa!
En una gran ciudad de América, en California, había una gran mansión en la que vivían una famosa pareja de directores de películas con sus tres hijos: Emma, Charles y Lucy, que eran muy traviesos. Con ellos vivía un empleado del hogar que le gustaba vestir con traje negro y que estaba entrado en carnes.
Era un 24 de diciembre por la mañana. Los padres estaban rodando una película, mientras que en la mansión los niños se disponían a decorar el enorme árbol de Navidad. Emma quería que el árbol quedase perfecto para cuando viniesen sus padres.
Un rato más tarde, cuando nada más quedaba por colocar la estrella, todos los hermanos se miraron y comenzaron a pelearse. El señor de la limpieza, aunque los veía, no se preocupaba, ya que era algo normal en ellos. Accidentalmente una de las velas que decoraba el pasillo, se cayó en una de las ramas del árbol. Desafortunadamente el material era muy inflamable.
Los niños y el empleado fueron a la cocina apresuradamente a coger cubos, jarrones y recipientes hondos para llenarlos de agua. Al parecer, la alarma de incendios no funcionaba. Lucy, que era la más lista, cogió el extintor y terminó de apagar el fuego. Los chicos muy tristes se dejaron de preocupar por el árbol y empezaron a pensar en sus padres. Para olvidarse de todo ese problema los niños hicieron galletas navideñas. Emma y Charles hacían la forma de las galletas, mientras Lucy hacía el glaseado de todos los colores.
Cuando terminaron de hacer las galletas, estuvieron viendo una película. De repente se abrió el ascensor. ¡Eran los padres! ¡Habían venido! Todos, incluso el señor que limpiaba la casa, fueron a abrazarlos. Los progenitores asombrados por el desastre empezaron a reírse de la situación. El empleado les explicó todo, pero ellos no le dieron importancia. Esa misma tarde se lo pasaron en grande.
Al día siguiente, los niños bajaron velozmente y vieron un nuevo árbol, debajo estaba completamente lleno de regalos de todos los tamaños. Aquel día los niños aprendieron que por mucho que las situaciones sean difíciles siempre pueden ser peores.
Mª Cristina Escribano Manero 6ºB
Los duendes afortunados
Hace varios años, dos niños llamados Lulú y Mark le pidieron permiso a su madre para salir a jugar, ya que estaba todo nevado. Mark era fuerte y valiente y Lulú era muy bajita pero ágil.
Cuando fueron a jugar a la típica colina de la ciudad, encontraron un pequeño agujero y oyeron a unos seres extraños decir: ”Esta noche capturaremos a los duendes de Papá Noel; como acordamos, nos disfrazaremos de renos de dos en dos.”
Al oír eso, Lulú y Mark decidieron ir al Polo Norte. ¡Menos mal que vivían a treinta minutos andando!
Al pasar esa media hora caminando estaban tan cansados, que se quedaron dormidos…¡Debajo de un árbol!
Una vez pasada la noche, se despertaron y ahora sí que fueron a avisar a Papá Noel. Este se sorprendió mucho, pero como no tenía un pelo de tonto, decidió preparar unas trampas. Él las planeó y Lulú y Mark las prepararon; cuerda tras cuerda, aceite por allí, aceite por allá, hasta que las terminaron. Estaba tan bien montado que hasta los renos se asustaron.
Cuando empezó el plan, las extrañas criaturas se disfrazaron de renos, se colaron en la fábrica de regalos y se mezclaron con los demás renos. Estos, que tampoco eran tontos, se dieron cuenta de que eran más de la cuenta y que algunos eran muy raros. Los renos auténticos les dieron patadas a los renos falsos y estos se chocaron contra las puertas, las cuerdas y los barriles de aceite. Se resbalaron y Papá Noel, Lulú y Mark, los tiraron a un barril de tinta y luego a otro lleno de plumas blancas. ¡Ahora parecían gallinas!
Tras quitarles la máscara de renos, descubrieron que eran una especie de duendes parecidos a los de Papá Noel, y los llevaron a la sala de interrogatorios. Allí les hicieron varias preguntas, como por ejemplo: ¿Para quién trabajáis? ¿Por qué queréis secuestrar a los otros duendes?
Después de un largo interrogatorio, confesaron que eran duendes de los Reyes Magos. ¿Ellos también tenían duendes? Se preguntó Papá Noel. Pero la respuesta que más le extrañó fue esta: “Hemos venido hasta aquí para secuestrar a tus duendes, porque los Reyes Magos tienen envidia de lo rápido que tus duendes hacen los regalos. Por eso hemos venido.” Como Papá Noel era muy majo, aunque quedaba poco tiempo, mandó a sus duendes a ayudarlos.
Al final, los Reyes Magos y Papá Noel se llevaron bien y sus duendes también y como les habían ayudado, ellos también les ayudaron y así sucesivamente, Navidad tras Navidad.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
¡Feliz Navidad a todos!
Daniela Martínez Hernández. 6ºC