[ihc-hide-content ihc_mb_type=»show» ihc_mb_who=»4,5,6,7,8,9″ ihc_mb_template=»2″ ]No olvidar sus raíces y conservar su lengua y su cultura fuera de Bulgaria. Este es el objetivo del colegio búlgaro que existe en Tudela y al que acuden – o acudían antes del estado de alarma- 40 niños hijos de búlgaros. Y es que, la población de origen búlgaro supone un porcentaje importante en la Ribera de Navarra. Algunos de estos migrantes llevan ya muchos años establecidos en la Comunidad Foral y han formado familias. Para que los niños nacidos de estas familias no pierdan sus raíces y puedan conocer su cultura y su lengua, hace tres años, un grupo de búlgaros decidió llevar adelante esta iniciativa educativa.
Tsvetelin Kirilov es una de las personas que puso en marcha el proyecto. «Hace unos tres años me llamaron unos compatriotas para intentar abrir un colegio búlgaro», nos explica. «Para ello, nos unimos a la Asociación de Búlgaros de Navarra, que tiene su sede en Pamplona. Siempre es más fácil poner en marcha un proyecto si estás metido en alguna asociación. Así que nos juntamos con ellos y pusimos en marcha el colegio. Desde hace un año ya somos un colegio oficial, directamente vinculado al Ministerio de Educación de
Bulgaria. Tenemos todos nuestros papeles y todos los títulos correspondientes. Somos cuatro profesores. Nos mandan los libros y los temas del Ministerio de Educación, es igual que un colegio oficial. Tenemos 140 horas, un horario concreto, unos temas establecidos
que hay que dar…».
Clases los sábados
Este centro de enseñanza funciona los sábados, ya que los niños que acuden a él, tienen que ir también a su colegio correspondiente en Tudela o la Ribera. Las clases se desarrollan en locales del Centro Padre Lasa de la capital ribera. «Hay unos 500 colegios como este fuera de mi país»; explica Tsvetelin, «ya que hay muchos búlgaros repartidos por todo el mundo. Son colegios que cuentan con su programa especial: se estudia lengua búlgara, literatura e historia, y geografía de Bulgaria. La mayoría de los niños de nuestras familias han nacido aquí y son españoles, por decirlo así, y en este colegio estudian lo que podrían estudiar en Bulgaria. Sirve para conservar la tradición».
A estas clases acuden unos 40 niños, desde los 3 hasta los 18 años. Bueno, acudían. Las circunstancias del estado de alarma a causa de la pandemia de la COVID 19, les obligó, como a todos los centros de enseñanza, a suspender las clases presenciales. En circunstancias normales, los niños se agrupan y comparten aulas con edades muy diferentes, ya que son pocos: «Yo tengo niños de 10 y 11 años, pero también una chica de 17 años. Es un problema pero hay que hacerlo así. Hay mucha diferencia entre un niño de 10 y uno de 16, pero no queda más remedio».
El principal reto es hacer las clases motivadoras, ya que para los niños supone un gran esfuerzo acudir al colegio en sábado. «Las clases tienen que ser interesante para ellos, ya que al final no es obligatorio. Si preguntas a un niño la mayoría no quiere ir al cole, y al ser en sábado, aun supone más esfuerzo. Yo intento hacerlo atractivo, les cuento la historia como si fuesen cuentos», asegura Tsvetelin.
Las actividades no se limitan al área académica. «También participamos en las fiestas multiculturales de Tudela, y celebramos las fiestas de Bulgaria. Mayo es uno de los meses con más fiestas en mi país, como San Jorge». En el calendario juliano, que es el que rige en Bulgaria, esta festividad se celebra en mayo, al igual que las fiestas de San Cirilo y Metodio. «Este año hemos tenido que celebrarlo por Internet, con vídeos y canciones».
Elegir nacionalidad
Tsvetelin Kirilov resalta la importancia de que los niños aprendan sus raíces y cultura, porque, cuando lleguen a la mayoría de edad, tienen que tomar una importante decisión: «Los niños nacidos en España de padres búlgaros, hasta los 18 años, son búlgaros. Bulgaria no permite la doble nacionalidad. Una vez que cumplen los 18 años pueden elegir ser españoles o búlgaros. Si cogen la nacionalidad española, dejan la búlgara, en Bulgaria cuentan como extranjeros. Nuestro objetivo es que los niños, al menos hasta los 18 años, conozcan su cultura, porque igual quieren continuar con la nacionalidad búlgara. Además», explica, «si vas a Bulgaria de viaje y tienes que hacer cualquier papel o solicitud oficial, tienes que escribirlo en cirílico. Si no sabes, tienes que buscarte la vida. Por eso en este colegio enseñamos el alfabeto cirílico».
Kirilov cree que la oportunidad de conocer la cultura y lengua de Bulgaria es una riqueza. Y eso que él lleva en España 18 años, primero en Mallorca, luego en Castilla y León, y finalmente en Navarra. Aquí conoció a la que sería luego su mujer, también búlgara, y se establecieron en Fustiñana. Todo un ejemplo de integración y convivencia, ya que allí es concejal de Urbanismo. Este licenciado en Bellas Artes e Historia del Are, se esfuerza ahora en hacer sus clases amenas e interesantes, para que los niños nacidos aquí de compatriotas suyos, no olviden nunca sus orígenes y puedan sentirse orgullosos de su lengua y su cultura.
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