Muchas veces, la Vida sugiere tantas cosas que resulta imposible tomar cumplida nota de sus ciegos dictados. Teclados y bolígrafos, saturados de estrés, solicitan la baja y los escribidores tiran de rancio oficio, escritura automática, binomios de Rodari, instrucciones de Julio Cortázar y recursos diversos para así completar las necesarias páginas.
Inevitablemente, lo peor de la especie denominada sapiens superpone su extrema ambición sin medida, haciendo que la Vida se desborde de guerras injusticias y otras perversas actuaciones. Las tercas estadísticas así lo certifican, con el cruel trasvase de riquezas del mundo, que hacen que los más ricos lo sean aún más, y los pobres más pobres, para así conseguir la estudiada Utopía de un mundo de robots y, a falta de trabajo, que llegue la Limosna sustituyendo nóminas, con los beneficiarios dando gracias por siempre, mientras se van quedando sin pensamiento crítico.
Es Un mundo feliz, aquella distopía que ya preconizara el profeta Aldous Huxley hace casi cien años. Las guerras de ahora mismo, una vez que se cumplan la matanzas previstas de gentes inocentes, tocarán a su fin. Y también la pobreza será erradicada y nuestra “Humanidad” se ordenará por castas, para así conseguir la plena “Libertad”, eso sí, eliminando el Arte, la Familia, la Religión, la Ciencia, la Poesía, el Amor, y la Filosofía.
Todo lo que sucede en la actualidad, copando las portadas de prensa y noticiarios, va marcando el camino previsto de antemano: los parias de la tierra se matan entre sí para aupar a sus líderes. Y estas selectas castas amagan desencuentros para hacerse creíbles, mientras ríen sus éxitos en lujosos palacios.
Nihil novum sub sole (bajo el sol nada hay nuevo) como reza el proscrito aforismo latino. Estamos avisados, pero siguen donándonos El panem et circenses (pan y circo), la fórmula infalible que logra que seamos borregos de troquel de ese inmenso redil al que denominamos, autoengañándonos, como Felicidad.