– Este año te encargarás de la carta de los Reyes Magos de tu hermano pequeño.
Las palabras de mi madre resonaron con una mezcla de responsabilidad e ilusión en mi cabeza.
Mi hermano pequeño Marcos solo tenía 3 años. No sabía leer ni escribir, pero si que tenía muy claro su carta de Reyes Magos de aquel año.
—Un balón y una bicicleta, decía orgulloso con su media lengua de trapo.
Aprovecharía para escribir yo la mía y de esa forma podríamos enviarlas a la vez.
Así que una tarde, después de merendar, nos pusimos a ello:
Queridos Reyes Magos:
Mi nombre es Marcos …
—Un balón y una bicicleta, repetía sin cesar mi hermano pequeño.
Al cabo de un rato terminamos las cartas.
Mi hermano hizo una firma con su nombre que más parecía un garabato, y yo firmé la mía con la esperanza de obtener lo solicitado.
Dejamos las cartas encima de la mesa del cuarto de Marcos, a la espera de comprar unos sobres con los que enviarlas y nos marchamos a jugar.
Al salir de la habitación no nos dimos cuenta de que la ventana del cuarto estaba abierta («manías de mi madre de ventilar bien toda la casa») y una racha de viento se llevó las cartas.
Yo la verdad es que soy un poco despistado, y no volví a acordarme del asunto hasta el día en que mi madre, con voz solemne, me dijo:
—Hoy es el último día para enviar las cartas de Reyes Magos, si queréis que lleguen a tiempo. Espero que te hayas acordado de enviarlas.
Esas palabras explotaron en mi cabeza como una bomba…
«¿Cómo podía haberme olvidado?»
Entré rápidamente en el cuarto de Marcos y busqué como un loco…No las encontré.
Pensé en escribir otras sin que se diera cuenta, pero caí en la cuenta de que la firma de mi hermano era imposible que yo la pudiera hacer igual.
Así que decidí que ese año, en vez de enviar mi carta en la que pediría lo que más deseaba, pediría una bicicleta pequeña y un balón para que mi hermano no se quedara sin sus ansiados regalos y para mí pediría cualquier cosa, para no arruinar a los Reyes Magos.
No podía fallar a mi madre, que había confiado en mí y mucho menos podía fallar a mi hermano pequeño, que me consideraba un héroe desde aquel día.
Redacté la carta con sumo cuidado y la envié como estaba previsto.
Llegó la noche del año más esperada para todos. Dejamos los zapatos a los pies del árbol, en el salón, con mucho cuidado y nos acostamos pronto.
Mi hermano estaba como una moto y necesitó de varios cuentos (mi madre es una experta en contarlos) para que se durmiera. Yo rezaba para que todo saliera bien.
A la mañana siguiente, bien temprano, mi hermano Marcos, con esa mezcla de ilusión y emoción fue el primero en levantarse y gritar:
—¡Tato, tato, los Reyes Magos me han traído una bicicleta y un balón como les había pedido! ¡Son los regalos más bonitos del mundo y también hay un montón de regalos para ti! ¡Mil gracias por todo! ¡Eres el mejor hermano mayor del mundo!
Respiré aliviado al saber que mi hermano tenía lo que había pedido y me dirigí con rapidez al árbol. Mi sorpresa, como me había dicho Marcos, fue que había un montón de regalos con mi nombre.
Los Reyes Magos me habían traído lo que había pedido, y también lo que había pedido mi hermano.
«¿Cómo era posible?»
«¿La magia de la navidad hizo que misteriosamente las cartas perdidas llegaran a tiempo y a su destino?»
«Que gran misterio» …
No obstante ver la cara de mi madre, que sonreía orgullosa y sobre todo la de mi hermano pequeño que me miraba como el héroe más grande del mundo, fue aquel año el mejor regalo.
Alejandro Beamonte López 1ºE
Un cambio inesperado
En una región de España, había un pueblo llamado Spilber, en el que había una pequeña casa hecha de ladrillos y de madera que estaba un tanto destruida, en ella, vivía una familia humilde, que no tenía mucho dinero, y qué estaba compuesta por Andrés el padre, Alicia la madre, y Oscar el hijo de esta familia.
Alicia, trabajaba en un bar de camarera, pero por culpa de una crisis, se vieron obligados a cerrar. Así que como Alicia no trabajaba, se dedicaba a cocinar, limpiar, y cuidar de la casa.
Andrés ahora tampoco trabajaba. Hasta hace un año, había trabajado en una pequeña tienda en el centro de Spilber, como dependiente, vendiendo zapatos, pero se quedó en paro, y ahora, estaba cobrando el desempleo.
Esta familia, no había tenido mucha suerte en la vida que digamos y ahora con lo que ganaban, apenas llegaban a fin de mes…
Se acercaba la Navidad, y todas las familias del pueblo, celebrarían esta fiesta con grandes banquetes, e inmensos regalos, pero ellos, no podían permitírselo, de modo que celebrarían la Navidad con una sencilla cena, y los regalos de Oscar serían algún libro de la biblioteca, que al cabo de un mes tendría que devolver.
Como todos los años, Andrés compraba un boleto de la lotería de Navidad y rezaban para que su suerte cambiara.
El día del sorteo, el 22 de diciembre, Oscar encendió la radio para escuchar el número ganador, quedaban ya pocos números por cantar y el Gordo aún no había salido. Oscar estaba super emocionado mirando el boleto que tenía en sus manos: el 27486.
Y llegó el momento: el número ganador es el … ¡27486!
Todos saltaron de alegría: gritaron, cantaron…
Su suerte había cambiado, y todo de manera inesperada…
Pero… ¿Cuánto dinero hemos ganado? Pregunto Alicia, Andrés le respondió que habían ganado 400.000 euros, no se lo podían creer, al final, todo su esfuerzo había tenido su recompensa: arreglarían la casa, tendrían más comida para comer, se comprarían ropa nueva…
“¡Buenos días, Oscar, ya es tarde, tienes que ir a la escuela!”. Era su madre.
“¿A la escuela?, ¡Yo creía que ya era Navidad!”, dijo Oscar.
“No cariño, aún falta una semana para que sea Navidad”, le respondió su madre.
“¡Jo!, es que había soñado que comprabais un boleto para el Gordo de Navidad, y… ¡Lo ganábamos!”.
“Ojalá nos ocurriera tal milagro, nos cambiaría la vida…, que sepas que tu padre ha comprado un boleto de lotería para probar suerte, así que tal vez, no sé…, tu sueño se haga realidad”.
El Gordo de Navidad es una suerte que no a todo el mundo toca, y que, si te toca, tienes que saber compartirla con tu familia, y aquellos a quienes más quieres. Porque de eso se trata la Navidad, de vivir y disfrutar el tiempo con tus seres queridos, y de compartir todo lo que tienes.
Todos tenemos sueños que pueden hacerse realidad.
Miriam Dosantos 2ºESO D