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Tiempo de compromiso, por Alberto Catalán

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El día 3 de diciembre celebraremos el Día de Navarra, celebración que coincide con la Festividad del navarro más universal de todos los tiempos, San Francisco Javier. Después vendrá el 6 de diciembre, Día de la Constitución. El día 8, la Inmaculada, y ya, las puertas de la Navidad. Fechas todas ellas que nos permiten echar la vista atrás y comprobar la grandeza de un pueblo que se siente orgulloso de sus raíces, de su historia y de lo que ha supuesto vivir en esta tierra. Y esa mirada de lo que ha sido y es esta tierra, lo debemos hacer, desde los principios que recogen esas fechas, generosidad, solidaridad, ayuda al prójimo, orgullo, libertad, democracia, etc.
Es nuestra esencia y nuestra forma de gobernarnos, y así la debemos entender. Eso sí, respetando al que no piensa como nosotros, que a su vez debe reconocer de dónde viene esta tierra y esta civilización y cuál es nuestra historia.
Son tiempos convulsos, tiempos de falta de principios y valores, en los que prima el rencor, el odio y la envidia, que la definiría un comentarista deportivo muy conocido de los año 70 y 80, como el deporte nacional de este país. Tenemos un Gobierno de Navarra capaz de cambiar la legislación para que ondeen en edificios públicos banderas que no nos representan o que suspende la Misa de Javier, al decirse un gobierno “laico”, como si los anteriores no lo hubiesen sido, pero al que no le produce ningún sonrojo asistir a manifestaciones que quiebran el Estado de Derecho, como la celebrada recientemente en Alsasua. Tenemos unos dirigentes políticos que cada vez que se refieren a la Iglesia Católica es para defenestrarla, como si fuese la responsable de todos los males que padecemos. Siempre ha sido una práctica muy recurrente echar la culpa a los demás para justificar los errores propios.
Pues bien, la Navidad es la Navidad, y no se entiende esta celebración sin el portal de Belén y los Reyes Mayos, por mucho que les moleste a los nuevos responsables políticos de ciudades y pueblos de España. Quedarse con el solsticio de invierno en lugar de la Navidad es como querer coger la cosecha sin antes haber plantado la simiente.
Dónde queda el respeto a los demás, dónde el reconocimiento a la historia y la cultura propia de nuestra sociedad. Les guste más, menos o nada, la realidad es esa, por mucho que la quieran manipular y ocultar.
Ante tanta mediocridad no nos queda más remedio que reafírmanos en nuestras convicciones. Sabedores de que la causa de defender nuestras ideas y Navarra merecen la pena. Si lo hacemos con convicción el tiempo, ese juez inapeable que al final pone a cada uno en su sitio, nos dará la razón.