Después de unas vacaciones extrañas entre geles, mascarillas, lecturas y brevísimo paso por la costa, nos toca volver a la cambiada normalidad. Cada día valoro más pequeñas cosas: el atardecer a la orilla del mar, las conversaciones con familiares, amigos, y en mi caso sentir la emoción de nuevo al estar en una sala cinematográfica. Y si uno empieza el curso con Christopher Nolan, más no se puede pedir. El director de Dunkerque, sorprende con una película de espías y un villano, que desea acabar con el mundo, pero recubierta de juegos con el espacio y el tiempo, persecuciones, acción y una catarata de imágenes inquietantes. El film lo protagonizan: John David Washington, Robert Pattinson, Elizabeth Debicki, Kenneth Branagh.
Una organización secreta recluta al Protagonista (John D. Washington) después de un ataque al teatro de la ópera en Moscú. Ahora, este agente tiene la misión de acercarse a un traficante de armas Andréi Sator (Kenneth Branagh) deseoso de acabar con el mundo. Este protagonista recluta al agente Neil (Robert Pattinson).
Para poder llegar hasta este traficante ucraniano, el protagonista deberá acercarse a la esposa de Sator, Kat (Elizabeth Debicki). Sin embargo, Andréi es más peligroso de lo que aparenta, al poseer una tecnología que le permite invertir el tiempo, y que no solo las cosas sino también las personas, pueden ir hacia atrás o hacia adelante según convenga.
Nolan vuelve a usar un elemento presente en sus obras: la distorsión del tiempo. Lo hizo en Origen e Interstellar, y ahora retuerce una simple trama de espías, para convertirla en un juego de espejos, en un jeroglífico donde la acción vuelve al pasado al mismo tiempo que se encamina hacia el futuro. Si la apertura del film y presentación de los personajes, destila vértigo, el desarrollo continúa a velocidad de tren bala, donde lo que importa no es a donde llegar sino disfrutar del trayecto. Los personajes y sus cuidados diálogos nos intentan aclarar las coordenadas donde estamos, pero es inútil. Las persecuciones, las luchas, volviendo atrás y adelante, son parte del espectáculo visual de Nolan. Algunos dirán que es un caos, incomprensible, pero ¿no es un reto sorprender al espectador?
De los personajes, Washington, da muestras de estar perdido en el traje impuesto, al contrario que Robert Pattinson cómodo en su personaje. Junto a ellos, Kenneth Branagh sigue imitándose a si mismo, y siendo oscurecido por la sombra de la esbelta Elizabeth Debicki.
Christopher Nolan regresa con un film tan sorprendente como complejo, y deberíamos seguir el consejo que dice uno de sus personajes al protagonista: No intentes entenderla, simplemente siéntela.