A veces es cuestionable la idea de que el mundo va hacia delante, de que el avance siempre es a mejor.
Suceden hechos y se dicen cosas que hasta hace tan solo unos años habríamos considerado totalmente inaceptables. El presidente Donald Trump permite que niños de corta edad sean separados de sus padres en la frontera con México; mejor dicho, no solo lo permite sino que además se jacta de ello; además, dos niños han muerto en la frontera -hasta ahora- pero Trump no ha dicho ni una sola palabra sobre ello. También insulta día tras día a los mexicanos. Mucho más cerca, en nuestro país, Vox arremete una y otra vez contra los inmigrantes, contra los musulmanes y las mujeres, y a pesar de ello, a fecha de hoy, tanto el PP como Ciudadanos siguen hablando con este partido de extrema derecha para alcanzar el gobierno de Andalucía. En Italia, en Hungría, en Brasil y en otras partes, la extrema derecha se encuentra ya en el gobierno, y se permite hacer y decir barbaridades un día sí y otro también.
Poco importa que se repita una y otra vez que, debido al envejecimiento de la población, Europa necesita inmigrantes; como poco importan también los estudios (uno de ellos publicado en Gran Bretaña durante la campaña del referéndum sobre Brexit, pero del que muy pocos medios se hicieron eco) que demuestran que los inmigrantes aportan más a la economía del país receptor de lo que reciben de ella. Es demasiado fácil para algunos políticos buscar chivos expiatorios, y hablar una y otra vez de patriotismo y de lo patriotas que son cuando de hecho no buscan gobernar para el bien de la ciudadanía en general sino sólo para unos pocos privilegiados, a la vez que adelgazan al estado y no tienen ningún pudor en vender empresas públicas al mejor postor extranjero. Odio al extranjero sí, pero sólo cuando el extranjero es pobre.
Hasta hace poco, digo, estos discursos de odio hubiesen suscitado un rechazo general, un verdadero escándalo social, pero ahora nos vamos acostumbrando a ello poco a poco y los vemos de lo más normal. Y lo peor de todo esto es que partidos de derecha que hasta hace poco eran considerados moderados y liberales comienzan ahora a endurecer su discurso ante el temor de que los partidos extremistas les adelanten por la derecha.
Es tristemente irónico que llevemos años intentando luchar contra el racismo y la xenofobia en el deporte, en la cultura y el arte, en la sociedad en general, y que ahora hagan de nuevo su aparición a través de la política, cuando creíamos con seguridad que ciertas actitudes habían sido ya erradicadas y pertenecían al pasado.