Me han dicho que Santa Ana quiere escribir un libro contando las andanzas de todos los feligreses que se acercan a su capilla.
Quiere contar historias anónimas que sirvan de inspiración a la nueva sangre que, día tras día, se inicia en esto de los ruegos y algún que otro agradecimiento.
Ha habido algo de revuelo en la capilla y personas que estaban ensimismadas en los “Ave María” o “Padrenuestros” se han visto sobrecogidos por lo que empezó siendo un murmullo y posteriormente se elevaba a discrepancia en tono ascendiente.
Los presentes en dichos momentos refieren que María se acaloraba de pensar en desvelar secretos de sus amados fieles mientras Jesús se reía de ver a María en tal descompostura.
Finalmente, Santa Ana, con su buen juicio, ha calmado los ánimos y ha pedido compostura y, de nuevo, el silencio ha vuelto a envolver rezos, promesas y soledades.
Así es como Santa Ana ha empezado a recopilar historias.
“Excelsa Patrona
tu nombre invocamos
con fe proclamamos
tu gloria sin par”
«Jaime junto a sus padres, Pilar y Javier, se presentaban ese día en la capilla y le entregaban a Santa Ana una docena de calas»
Jaime cumplía años el 2 de Julio. Año tras año, Jaime junto a sus padres, Pilar y Javier, se presentaban ese día en la capilla y le entregaban a Santa Ana una docena de calas, de las que cultivaban en su huerto de La Mejana. Antes de que naciera Jaime y después de conocer que el niño venía con algún problema, Javier hizo una promesa a la Santa: todos los años le llevaría él y su familia flores en su honor con la súplica de que Jaime tuviera una buena vida.
La familia cumplía cada 2 de julio su compromiso y cada año, Santa Ana, estudiaba la mirada de Pilar y Javier en busca de sus pesares y tribulaciones.
Hubo un año que Pilar le rehuyó la mirada a Santa Ana y ésta tuvo que indagar en la mirada de Javier. Javier le empezó a contar los problemas de Jaime en el colegio, cómo se burlaban de él, que no tenía amigos, que por las tardes arremetía con rabietas contra su madre… Jaime se sentía desbordado por su propio dolor y el dolor de su familia.
Santa Ana le escuchaba y sintió su dolor como propio. Tomó la determinación de que las cosas podían cambiar, además en unas fechas tan celebradas para ella y toda la ciudad.
“Egregia Santa Ana
tus hijos gozosos
hoy buscan ansiosos
refugio en tu altar”.
«La catedral buía de devotos y curiosos»
Como cada día para la novena la catedral bullía de devotos y curiosos que se acercaban atraídos por las misas cantadas y el paisajismo de fervor y complicidad en honrar a la patrona y a su pueblo.
Con el propósito de aliviar el dolor de esta familia y darle a Jaime una nueva oportunidad de vivir las fiestas de otra forma se propuso atraer los corazones de sus congregantes más jóvenes y hablarles de este muchacho de 13 años que iba en silla de ruedas y tenía explosiones de mal genio.
Hubo quien al oír a la patrona se colocó los auriculares para acallar el santo susurro y hacerse el despistado. Otros no entendieron ni el mensaje ni quién hablaba y decidieron atender sus asuntos. Otros quisieron cerciorarse de lo que estaban sintiendo y buscaron en Google, y al encontrarse que la búsqueda era fallida pensaron en utilizar ChatGPT, pero desistieron porque pensaron que tampoco merecía la pena.
Los que conocemos a Santa Ana sabemos que perseverancia es uno de sus muchos atributos y que estos desvíos sólo eran prueba de su firmeza.
Al tercer día, encontró un corazón que se abrió a su voz. Fue en el momento que Adriana se sentaba junto a su madre cerca del coro y dejó de percibir con los sentidos para percibir con el corazón. Adriana acogió la voz y buscó con la mirada quién le hablaba hasta que se encontró con la mirada de la Santa.
“Es tu imagen
escudo glorioso
de la noble
y cristiana Tudela,
que agradece
tu santa tutela
y al honrarte
acrecienta su amor.”
«Las fiestas eran inminentes y el tiempo apremiaba»
Santa Ana aún recuerda la emoción de la niña y la ráfaga de preguntas que le empezaron a llover desde el banco junto al coro.
Las fiestas eran inminentes y el tiempo apremiaba. Adriana habló con su hermano y con sus padres. Todos estuvieron de acuerdo en apoyar la petición de la patrona. Santa Ana supervisaba todas las acciones y, sin querer inmiscuirse directamente en los designios del destino, facilitaba algunos pormenores para acelerar el desenlace.
El whatsapp del colegio de Adriana ardía en comentarios, propuestas.
Nadie aún conocía a Jaime, sin embargo, se hicieron grupos para diseñar los recorridos con adaptaciones y rebajes de acera para la silla de ruedas, varios padres se podrían encargar de recogerlos por las noches y repartirlos por las casas. Hubo muchos padres y madres dispuestos aunque solo se podía contar con los que tuvieran un maletero grande para plegar la silla.
Cuando Santa Ana vio que todo iba tomando forma y estaba organizado, empezó a preparar el encuentro.
Jaime y Adriana se conocieron en uno de los conciertos de prefiestas. Adriana pasó por su lado en el momento que a Jaime se le caía el móvil y ella le ayudó a recuperarlo.
Lo que tenía que pasar pasó.
Y no solo durante esas fiestas, año tras año, se juntaban todos en la novena y ya de adultos, Jaime y Adriana formaron parte de las voces del coro “Joaquín Gaztambide”.
“Para ti,
Soberana Patrona
brotan hoy
de tus hijos creyentes
en los labios
plegarias ardientes
y en las almas
deliquios de amor.”
En estos días de fiestas si te acercas al altar la escucharás contar la historia de Jaime y Adriana, una historia de solidaridad cantada con letra de S. Grassa y fluyendo en notas de alegría celebrando las Fiestas Patronales a nuestra querida Santa Ana.
¡Viva Santa Ana!
¡Viva Tudela!
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