Los refranes, adagios, cantares, coplas, jotas, dichos, sentencias y frases proverbiales
constituyen un auténtico compendio de Sabiduría popular. Nuestro tudelano José María Iribarren fue un reconocido lexicógrafo, admirador de esta Literatura oral y anónima, que él mismo se encargó de recoger, estudiar y compilar.
Hablando del anonimato de la copla, decía Manuel Machado aquello de que “Hasta que el pueblo las canta, / las coplas, coplas no son, / y cuando las canta el pueblo, / ya nadie sabe el autor. / Tal es la gloria, Guillén, / de los que escriben cantares: / oír decir a la gente / que no los ha escrito nadie. / Procura tú que tus coplas / vayan al pueblo a parar, / aunque dejen de ser tuyas / para ser de los demás. / Que, al fundir el corazón / en el alma popular, / lo que se pierde de nombre / se gana de eternidad”.
Por estas tierras riberas, estas coplas toman el nombre de jotas. Y, amén de su Sabiduría concentrada, constituyen asimismo, como decía el gran “predicador” de la jota navarra, Valeriano Ordóñez, el “Alma lírica del pueblo”. Añadía que “la jota es una expresión lírica personalísima de los más hondos sentimientos humanos y de las más fuertes convicciones y vivencias”. Y es que, sin tener que recurrir a espesos Tratados de Filosofía, muchas de nuestras jotas sintetizan, en tan sólo cuatro versos octosílabos con rima asonante en los pares, pensamientos para los que conspicuos estudiosos necesitarían varios volúmenes.
Sabiduría popular se ha ido perdiendo en estos tiempos postmodernos, en los que abundan “politólogos de la noche a la mañana” creados a golpe de troquel, que se limitan a “cortar y pegar” cualquier noticia, sin pasarla por el necesario cedazo de la comprobación, porque han apostatado de la duda. Avezados pescadores en redes ajenas que, a falta de Sabiduría y de una mínima Ética, utilizan las “redes sociales” para expandir bulos a conveniencia, tanto para ensalzar a quienes les caen bien como para vituperar a quienes les caen mal, tratando -nunca mejor dicho- de “llevarse el ascua a su sardina”. Del mismo modo, se fijan en el continente más que en el contenido. De ahí que critiquen las cosas no por lo que se dice, sino por quién lo dice. Algo que ya la jota hace tiempo lo denunció con gracia y humor: “Cuando un pobre empina el codo, / le llaman el borrachón; / cuando un rico se emborracha, / ¡qué gracioso está el señor!”.
Son también expertos en no ver la viga en el ojo propio y sí la paja en el ajeno, de modo que acostumbran a propagar sólo los vicios del contrario, tratando de ocultar que son los mismos vicios de los suyos. “Si me vas a contar algo, / no me lo cuentes a medias; / quien dice medias verdades / dice mentiras enteras”.
Por eso quienes detentan el poder, de cualquier tipo que sea, deberían escuchar estas manifestaciones de Sabiduría. Tanto más sabiendo que, hagan lo que hagan y por muy bien que lo hagan, siempre van a encontrar al opositor de turno que los critique. Y no les vendría mal terminar sus intervenciones con aquello que cantaba como nadie el “ruiseñor navarro” Raimundo Lanas: “Si canto, me dicen loco / y, si no canto, cobarde. / Si bebo vino, borracho; / si no bebo, miserable.