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Ritos y espectáculos, por Alfonso Verdoy

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Tanto los ritos como los espectáculos son escenificaciones, pero esencialmente distintas. Porque los primeros pertenecen al ámbito del ocio, y funcionan como pasatiempo y diversión. Quienes asisten a ellos no necesitan tener ninguna ideología determinada, y por eso tras su finalización pueden reflexionar sobre lo visto y juzgarlo como positivo o rechazarlo; tampoco intervienen activamente, sino que son meros espectadores pasivos. Estos actos tienen escasa influencia sobre quienes los perciben y no afectan a su escala de valores. Una película, un concierto, una corrida de toros, una exposición y un partido de fútbol, entre otros, son claros ejemplos de espectáculos.

 

En cambio el rito tiene características dispares e incluso contrarias. En primer lugar, las personas que asisten a los rituales tienen de antemano una ideología afín con la del rito que se representa; es una ideología especial, porque realmente es una creencia que determina la escala de valores y se coloca como el valor principal, quedando los demás supeditados y algunos eliminados. Tras el rito el asistente puede reflexionar sobre lo visto, pero para afianzarse en su creencia y no para rechazarla. Y el espectador no es meramente pasivo, sino que interviene con palabras, gestos o canciones. Las manifestaciones religiosas o políticas, y las tradiciones populares, sean o no de carácter folklórico, son un buen ejemplo de ritos.

El fútbol está empezando a perder su cualidad de espectáculo para convertirse en rito para iniciados

Pero el fútbol está empezando a perder su cualidad de espectáculo para convertirse en rito para iniciados, porque la simpatía por este deporte está convirtiéndose para muchas personas en lo que podemos llamar «futbolismo», pasando de ser afición a creencia y trastocando por ello el esquema de valores de sus seguidores, de tal manera que llegan en algunos casos a traspasar los más elementales cauce de la ética al supeditar todo  a la victoria de su equipo. En consecuencia cada partido ya no es un entretenimiento sino un rito para iluminados, que se adueñan del ambiente vociferando, peleando y creando graves problemas de orden público.

Muchos medios son responsables de estas actitudes, pero por otra parte esta imperiosa necesidad de victoria es un síntoma evidente-dirían los freudianos- de un profundo sentimiento de fracaso. Pero se trata por lo general de personas de clase media o alta, así que, ¿en qué han podido fracasar? Eso puede que lo sepa cada uno a solas, cuando el rito del fútbol les deje un poco de tiempo y quieran pensar en su vida.

Alfonso Verdoy