Hace unos días asistíamos a un hecho lamentable que ocurría en una localidad navarra, Alsasua, y del que tristemente eran protagonistas dos guardias civiles y sus parejas, que se encontraban celebrando las ferias.
Como ha reconocido l a propia Policía Foral, estas cuatro personas fueron vilipendiadas y agredidas por el único motivo de ser reconocidas como miembros del cuartel de la Guardia Civil de la localidad.
Los agresores sin ningún pudor, agredieron a los cuatro; no hubo distinciones, hombres, mujeres, guardias y no guardias. La violencia contra las mujeres que tanto nos indigna se volvió a repetir, en este caso, por motivaciones sexistas, políticas y sectarias. Eso sí, la reacción de muchos colectivos, que tanto se manifiestan en otras ocasiones, no ha sido la que cabría esperar. Parece que estas dos mujeres por el mero hecho de ser pareja de dos miembros de la Benemérita no se merecen ninguna consideración, pueden sufrir la violencia en sus propias carnes.
A la Guardia Civil la tenemos muy presente en el día a día. En la lucha con la delincuencia, la defensa de la libertad y de los derechos ciudadanos, en el respeto al Medio Ambiente, en la seguridad de nuestras carreteras, en el medio rural… Por desgracia, también la hemos tenido muy presentes en otros momentos muy cruciales para nuestro país. Así fue en los años, décadas y décadas, en los que la banda terrorista ETA presionaba, coaccionaba y asesinaba por pensar de forma diferente e, incluso, por defender que Navarra es Navarra. Siempre nos viene a la cabeza la lucha antiterrorista que la Guardia Civil junto con otros cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado tuvo que librar hasta vencer una lacra que tanto ha hecho padecer a nuestro país. Lucha en la que, por cierto, cayeron en acto de servicio decenas y decenas de guardias y también familiares suyos. Quién no recuerda las fotografías de los atentados a las casas cuartel de Zaragoza o Vic.
Siempre los hemos sentido cerca. Su presencia en nuestros pueblos ha sido una realidad desde hace décadas. Y su ayuda y contribución para combatir el delito, una realidad. Son parte de nuestra vida, de nuestra familia, de nuestros paisanos. En definitiva, son algo propio de lo que nos sentimos muy orgullosos, para que luego venga una banda de impresentables a actuar con intolerancia, odio y de salvajismo.
Es incomprensible que dos guardias sean apaleados en un pueblo de Navarra, única y exclusivamente, por formar parte de la Guardia Civil. Que sean insultados y vilipendiados por querer convivir con absoluta normalidad en una sociedad de la que forman parte y a la que defienden.
Junto a ello es igualmente deleznable y reprochable que estos “valientes” también lo hagan con las parejas de dichos guardias. Dos mujeres que han sufrido la violencia radical de elementos que son capaces de cualquier cosa por defender un posicionamiento nacionalista-independentista. ¿Cabe mayor bajeza?
Cuatro jóvenes han sido apaleados, alguno de ellos ha precisado de intervención quirúrgica para solventar las heridas producidas y, todo ello, cerca de nuestra casa, de nuestro pueblo, en nuestra propia Navarra. Y los autores de tal fechoría, los de siempre, los que han estado amedrentando y coaccionando a nuestra sociedad durante décadas, los que piensan que libertad y democracia son equiparables a imposición y totalitarismo.
Esta es la cruda realidad. La realidad del que no respeta al prójimo, del que considera que todo vale para imponer una quimera nacionalista. En casos como estos no podemos permanecer callados. Han sido muchos años de dolor y sangre para que nos sigan dando donde más nos duele, en la dignidad y en la vida de la personas. Hoy como ayer, hay que seguir eligiendo entre las víctimas o los asesinos, entre los agresores o los agradecidos. No nos podemos quedar al margen, no hay equidistancias que valgan. Yo me quedo, una vez más, con las víctimas, con los agredidos. Me quedo con la Guardia Civil.