Inicio Colaboradores Alfonso Verdoy Pensar y querer, por Alfonso Verdoy

Pensar y querer, por Alfonso Verdoy

-- Publicidad --

Son estas las dos actividades que mejor nos definen: por un lado, la capacidad de pensar, no solo de representar ideas sino también de razonar a partir de ellas y descubrir nuevas conclusiones; y por otro la de querer, la de poner en práctica esas personales deducciones que hemos hallado.

Hoy se habla mucho de la Inteligencia Artificial (I.A.) pero hasta el momento sólo se la considera en sentido débil, en relación con las máquinas, porque se ve imposible que una máquina tenga las mismas funciones cognitivas que el ser humano; puede procesar una información, prepararla para una respuesta y ponerla en práctica, pero nunca sabe lo que está haciendo, aunque haya máquinas que digan que sí lo saben, mientras que nosotros lo sabemos, y además sabemos que lo sabemos, en un proceso que se puede repetir hasta el infinito, prueba de que somos distintos a cualquier ser.

Pensamos sobre lo que hay y actuamos en función de estos pensamientos que en cierto modo nos han sido sugeridos

Pero volviendo a los dos verbos del título – pensar y querer- normalmente los llevamos a la práctica dentro de un contexto universal, que en cierto modo nos determina a seguir una línea más o menos prevista de antemano: pensamos sobre lo que hay y actuamos en función de estos pensamientos que en cierto modo nos han sido sugeridos. Estas actuaciones son actos de nuestra voluntad, voliciones las denomina la Psicología, y se mueven dentro de un horizonte cultural y social idéntico para todos. Hacemos algo porque lo queremos, pero no tenemos más remedio que seguir una pauta, de modo similar a lo que sucede en el ajedrez: podemos elegir entre mover el alfil, el caballo o la torre, por ejemplo, pero elijamos la pieza que elijamos habrá de seguir inexorablemente la regla que le viene marcada por el programa que el ajedrez establece. Es un movimiento libre, pero dentro de un orden.

Claro que también hay otras voliciones distintas, aquellas en las que nos desentendemos de pautas prefijadas, como pueden ser las relativas a forjarnos un proyecto de vida, con independencia de lo que de nosotros se espere, y también la de adherirnos a una escala de valores, esa que precisamente hemos decido nosotros. Y estas voliciones sí que son manifestaciones de verdadera libertad y nos engrandecen como personas, aunque las reglas del juego asumidas por la gran mayoría nos señalen como elementos peligrosos, raros o descerebrados, sin darse cuenta de que es en esos momentos cuando somos totalmente libres.

Alfonso Verdoy