A principios de siglo, en el Foro social Mundial, en Porto Alegre (qué nombre más sugerente), teníamos la confianza y la esperanza puesta en que “otro mundo es posible”.
20 años después, tras ver que los tristes escenarios de cambio climático descritos por el PCC se quedaban cortos, que somos vulnerables a nuevas enfermedades, que se nos agotan los combustibles fósiles, los materiales, que las guerras pueden llegar a la puerta de casa, vemos que, además de posible, otro mundo es necesario.
Además la brecha entre ricos y pobres aumenta, dentro y fuera de nuestras fronteras. En 2021, los ingresos acumulados de las cuatro principales compañías energéticas españolas crecieron un 34% respecto a 2020, obsceno. ¿Quién puede defender este paradigma injusto e insostenible social y ambientalmente? No serán las grandes corporaciones ni los gobiernos que las defienden, a través de la firma de injustos acuerdos como EL TRATADO DE CARTA DE LA ENERGÍA. No podemos esperar, a que los propios guardianes lo autorregulen, no podemos esperar que lleguen los desastres anunciados con un clima que supere en 3,3 ó 5,7ºC las temperaturas medias de la época preindustrial.
Es necesario cambiar, avanzar hacia un sistema cercano, sencillo, de contención. La buena
noticia es que ese nuevo sistema nos acerca a una bien entendida “calidad de vida”, centrada en la vida, en las personas, en el ser, no en el tener. La gran pregunta, es ¿cómo se inicia ese tránsito necesario, urgente? No está exento de dificultades, serán necesarios mecanismos de ajuste y compensación, pero sabemos el camino, para reducir las brechas y las emisiones de CO2
– Empecemos con la alimentación, la salud. La agricultura ecológica, la dieta baja en carne, ganadería extensiva, productos de temporada y cercanía. El sector primario, la PAC, deben ser los aliados frente a las grandes corporaciones. La tierra para alimentar a las personas, no para biodiesel, alimentar ganado, o algodón para camisetas que duran un día de San Fermín.
– Una jornada laboral de 32 horas, que permita la conciliación familiar y el disfrute de lo
cercano y el equilibrado reparto de los cuidados
– Los impuestos, progresivos, proporcionales a las rentas. Tasas de carbono que favorezcan los productos y servicios cercanos y neutros en carbono.
– Productos y materias primas de cercanía que reduzcan la necesidad de transporte de mercancías. Movilidad en transporte público y en bicicleta, el dinero público para servicios públicos neutros en carbono de transporte de mercancías y viajeros, no para coche privado, no a la falacia del coche eléctrico particular.
– Vacaciones sin avión, tal vez sin coche, a tiro de piedra, nuestro entorno es maravilloso
para los de fuera, también lo será para nosotras.
Empecemos nosotras el camino, es una senda, no hay autopistas, ni TAV, ni hidrogeno que nos salve. Recuperaremos la esencia del ser y la felicidad de lo sencillo. Ahí está la esperanza. Este es el norte que debería guiar la “Navarra pionera”.
Ekologistak Martxan