[ihc-hide-content ihc_mb_type=»show» ihc_mb_who=»4,5,6,7,8,9″ ihc_mb_template=»2″ ]Entrevista: Biciclistas de Corella
María Sanz Lázaro será este año galardonada con el premio “Una vida en bici 2020”. Dicho galardón es un reconocimiento que entrega la asociación Biciclistas de Corella desde 2011. Y lo hace a aquellas personas que se han distinguido por el uso o la promoción de la bicicleta como medio habitual de transporte.
María Sanz Lázaro recibirá con todo merecimiento este premio el próximo domingo, 20 de septiembre. Lo hará, coincidiendo con la inauguración de una estación de reparación de bicicletas que la asociación Biciclistas de Corella va a instalar en la plaza de España para el uso del público en general y ciclistas que recorran la “Ruta saludable y cultural del Alhama”.
Setenta y siete años en bici
María Sanz, lleva literalmente toda su vida encima de una bicicleta. “Setenta y siete años en bici”, recalca con fuerza. Una mujer con carácter, muy activa y tremendamente generosa. Los meses de confinamiento lo que peor llevaba era no poder coger su bicicleta y moverse a su antojo. Le consolaba poder ver a sus nietas y nietos gracias a las nuevas tecnologías. Con ochenta y cinco años solo había dejado de usar la bicicleta con los embarazos. Ahora ha vuelto a su diario pedaleo para hacer sus recados o ir a su campo, a regar, o a recoger la fruta. “Tengo en el Ombatillo almendros y olivos, y voy con mi bici varias veces por semana. Tengo una higuera de Fraga y ahora recojo cada dos o tres días. Bajo el pozal, cojo higos y los reparto con las vecinas. Yo llevo toda la finca. Ahora ya he recogido las almendras, cuando llegan mis hijos, ¡ya tengo todo hecho!”
Para ella la bicicleta siempre ha sido su herramienta de trabajo. “Aprendí a andar en bici a los ocho años. Le alquilaba la bicicleta al “Caminero”, un hombre que alquilaba bicicletas en Corella y así aprendí a pedalear. A los diez años, mi madre me mandaba a Cintruénigo con la bici para comprar los menudillos que luego vendía en Corella. Con doce años tenía una bici con remolque con la que me iba hasta Alfaro y volvía con casi cuarenta kilos de carga”, explica María con orgullo.
Un matrimonio unido por la bicicleta
Cuando se casó, la bicicleta siguió siendo su medio de transporte. Su marido tenía un taller de reparación de ciclos y ella recorría toda Corella llevando las facturas y recogiendo los cobros. “De casa en casa iba y como vivo lejos, siempre me movía en bicicleta. Una vez, ¡hasta perdí a mi hija! -risas- Siempre la llevaba en la parrilla, pero ese día, cuando se iba a montar, arranqué y ¡al suelo que fue! Mis hijos han tenido todos bicicleta, pero no la usan como yo”, se lamenta. “Mi marido también fue siempre en bici. Vivía en la carretera de Grávalos y subía a Corella en bicicleta para festejarme”.
Presume de no haber tenido ningún accidente en setenta y siete años pedaleando. “Yo a los coches les marco (levanta la mano haciendo el gesto de “alto”). Tienes que ir con la cabeza bien puesta. No he tenido accidentes ni averías. Si tu llevas una bici bien y no la dejas, te dura toda la vida. Apenas he tenido pinchazos, como mucho se me ha salido alguna vez la cadena, pero avería, avería, ninguna”.
Nunca ha conducido un coche: “Tengo carnet de moto, aunque ahora no me dejan mis hijos llevar la mobilette. Era muy joven cuando conduje la primera. Trajo mi hermano una Guzzi a casa y le pregunté cómo se arrancaba. Arranqué, empecé a andar… pero no le pregunté cómo se paraba. Cuando conseguí pararla, ¡ya estaba en Cintruénigo!”, cuenta entre risas.
Crecer sobre dos ruedas
Una mujer que ha crecido sobre dos ruedas, aunque reconoce que nunca se fue de viaje en bici: “para mí era mi medio de transporte y tampoco nos íbamos mucho de vacaciones”.
Casi que ha perdido la cuenta de las bicis que han pasado por sus manos: “del remolque, pasé a la VeloSolex, una bicicleta con un pequeño motor en la rueda delantera, de esa me acuerdo muy bien. Ahora me han comprado también una eléctrica a la que tengo que cambiar la batería de tanto que la he usado. Pero tengo otra mecánica con la que me sigo moviendo”.
Lo que sí recuerda muy bien es las que le han robado: “¡Cuatro! Hace poco delante de casa de mi hija. La apoyé en el portal, subir y bajar y ya se la habían llevado”.
Se monta en su bici como si fuese una adolescente, coloca un pie en el pedal, se impulsa con el pie del suelo y en marcha se sube al sillín, como si tal cosa. “Muchas veces me ven por la calle y me preguntan la edad. Los médicos tampoco se creen los años que tengo. No sé si es la bicicleta. El plato es lo importante, legumbres y verduras”.[/ihc-hide-content]
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