Oriol Paulo (Contratiempo, Durante la tormenta), ha llevado a la gran pantalla, la excelente novela de Torcuato Luca de Tena publicada en 1979, donde relataba las malas praxis y abusos con respecto a los pacientes en el psiquiátrico de Conxo, en Santiago de Compostela. El director barcelonés inspirado en esta obra, narra la historia de Alice, una mujer investigadora que se hará pasar por enferma para esclarecer un supuesto crimen en un sanatorio mental. El film lo protagonizan: Bárbara Lennie, Eduard Fernández, Loreto Mauleón, Pablo Derqui.
Alice Gould (Barbara Lennie) es una mujer, fría, inteligente y con un halo de misterio que la envuelve allí por donde va. Un día, ingresa por voluntad propia en un sanatorio mental dirigido por el doctor Samuel Alvar (Eduard Fernández), simulando una paranoia con el fin de esclarecer la muerte de un paciente que sucedió meses atrás. Desde ese instante, Alice experimenta que sus sospechas van más allá de lo imaginado, y aunque recibirá cierta ayuda de la subdirectora del centro (Loreto Mauleón), será un paciente (Pablo Derqui), el que le advertirá de los peligros del lugar y de seguir investigando.
Alice va adentrándose en un mundo donde nada es lo que aparece, y confundirá a los médicos hasta el punto de no saber si realmente es quien dice ser, una investigadora o una mujer con un profundo trastorno mental.
El director de El cuerpo, recrea con precisión la atmosfera opresiva del psiquiátrico, a la vez que configura un puzle donde realidad y ficción, lo onírico y lo veraz se mezclan en un complejo juego de ambigüedades. Si en una primera parte, la narración atrapa al espectador, a medida que avanza el relato, la acción se vuelve más efectista, más tramposa, con continuos giros de guion para equivocar al espectador. Es cierto que estos giros inesperados, golpes efectistas, son signos de identidad de Oriol Paulo, pero aquí llegan a lastrar la narración en determinadas escenas provocando la incredulidad de los hechos.
Si hay algo que merece destacar en el film por encima de escenografías o modo de rodar, es la soberbia actuación de Bárbara Lennie, ella soporta el peso del film, dotando a su personaje de la ambigüedad, misterio, atracción necesaria para sentir empatía con ella desde su primera aparición. Eduard Fernández como director del centro, metódico, frio, calculador, resulta ser la perfecta antítesis al personaje de Bárbara, protagonizando un duelo actoral excelente.
En definitiva, una nueva adaptación de la novela de Luca de Tena, que gracias a sus actores, logra crear la angustia y transmitirnos el sentimiento de seres apestados con el que eran catalogados los enfermos mentales en los años 70.
Carlos Muñoz