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Pedro Salaberri, uno de los referentes de la pintura navarra de los últimos 50 años, protagoniza la muestra que puede visitarse hasta el día 9 de enero en la Fundación María Forcada – Casa del Almirante.
La muestra es un recorrido por la obra de un pintor cuya transcendencia ha superado la expresión plástica para sumarse a todo aquello que ha tenido interés cultural para la ciudadanía navarra. No se trata de una retrospectiva, pero el visitante va a tener la ocasión de reencontrarse con obras ya veteranas en la trayectoria del pintor que conviven con otras más recientes en la que nos descubre sus menos conocidos paisajes urbanos o retratos singulares en su concepción y puesta en escena.
Salaberri ha dotado a su obra de una personalidad que permite tener una concepción previa de los cuadros del artista. Ahora, confiesa, se ha vuelto más sintético, con una paleta de colores planos que renueva todos los días para no repetirse y que, pese al paso del tiempo, sigue dotando a sus cuadros de una singularidad totalmente reconocible. «Me dicen que se me reconoce enseguida, pero yo no quiero que el día de hoy sea el ayer y todos los días tiro la paleta. Cada día tiene que ser el primer día y pintar tiene que ser un descubrimiento, si no sería algo aburrido y aunque me parezca a mi mismo en realidad me estoy inventando y creando un nuevo día», confiesa.
Visitar la exposición es recorrer los paisajes de Navarra desde la óptica con la que los observa el artista, una modernidad sin estridencias. La obra avanza desde los territorios fronterizos que marca el Midi de Ossau, a la montaña navarra hasta llegar a los horizontes infinitos de la Ribera, un territorio que, relata, descubrió por primera vez en los años 80 de la mano de Belén Esparza y Julio Segura. «Para mí fue todo un descubrimiento y los malvas y morados llegaron a mi paleta», recuerda.
Su obra refleja la pasión, casi devoción, con la que Salaberri asume su relación con la naturaleza. «La naturaleza es curativa, y saber que existe un sitio que te cura hace me sirva mucho de la naturaleza».
Más novedosa es su incursión en el retrato, aunque, asegura, siempre haya pintado a personas. «Hubo un momento en el que sentí que tenía que pintar a las personas, de obligarme a salir de mis manías porque desde el otro lado siempre se ven más cosas». El artista nos muestra una pequeña colección protagonizada por mujeres porque, asegura, «soy un buscador de la belleza al que le interesa más la femenina que la masculina».
Algo similar ocurre con sus paisajes urbanos, también novedosos en la trayectoria de Salaberri y que reproducen escenas que el artista justifica con la capacidad de acogida que tienen los espacios arquitectónicos para el ser humano. «Todos tenemos espacios que nos gustan y eso habla de nosotros mismos, de quienes somos y cómo somos».
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