Las cosas son como son, sencillamente. Tienen un ser fijo que no se lo han dado ellas, sino que ha sido la naturaleza la que se ha encargado de que sean de una manera y no de otra; incluso con el tiempo será la misma naturaleza-con ese conjunto de leyes que conocemos y otras que nos son desconocidas- la que las irá modelando y transformando en otras, para empezar de nuevo la misma canción. Pero de momento tienen una esencia fija que ellas no han hecho nada para conseguir.
Nosotros en cambio somos lo que queremos y lo que hemos querido ser. También somos producto de la naturaleza pero no del todo, pues no tenemos una esencia fija desde el principio como las cosas y los demás seres vivos; los polluelos, por ejemplo, buscan el grano nada más nacer, y el resto de los animales pueden moverse en cuanto nacen para andar y buscar las ubres de sus madres. No tienen nada que aprender. Nosotros en cambio nacemos totalmente desvalidos, pero con un cúmulo de facultades a desarrollar si contamos con la ayuda imprescindible de la familia. Sobre todas las capacidades innatas destaca una, y es la de tener fuerza e inteligencia para desarrollar aquellas que más nos gustan y que más necesitemos. Cuando esas capacidades adquieren la soltura adecuada, son algo nuestro porque las hemos ganado con nuestro ingenio y esfuerzo. No solo son nuestra propiedad sino que forman parte esencial de nuestro ser y somos lo que somos gracias a ellas, por tanto nadie nos las puede quitar ni nos puede impedir desplegar otras nuevas o perfeccionar las actuales.
«Ser persona consiste en hacerse a su gusto, en ganarse su ser
y en consecuencia en ser su única dueña»
Lo anterior significa que ser persona consiste en hacerse a su gusto, en ganarse su ser y en ser su única dueña; no pertenece a nadie sino a sí misma, solo ella tiene poder sobre sí, y de ahí se deriva, en primer lugar, el derecho a la propia vida: ninguna idea política o religiosa puede justificar el crimen ni el terrorismo; y en segundo lugar, el derecho a ser respetados por los demás. Por el contrario las cosas ni se hacen sus propias dueñas ni se pertenecen a sí mismas, y por ello están siempre a nuestra disposición.
Por otra parte es evidente que las capacidades que desarrollamos las hemos elegido de entre otras muchas que poseemos, pues somos libres para ello, y al elegirlas nos elegimos a nosotros mismos. La naturaleza nos ha dotado de muchas capacidades en potencia, pero somos nosotros quienes actualizamos las que queremos y por eso somos como queremos, por eso somos los verdaderos y únicos dueños de nuestra vida.