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Generalmente estamos dispuestos a creer que lo importante, lo que tiene la verdad es aquello que estamos percibiendo en un momento determinado. Pero si lo pensamos un poco caeremos en la cuenta de que cada cosa que consigue nuestra atención no termina en ella misma, sino que remite a un montón de cosas más, remite a otra cosa que no está presente. Por ejemplo, en el caso concreto de que yo estoy escribiendo con un bolígrafo, este útil de escritura remite a que hay varios fabricantes de estos utensilios, a que hay una costumbre de utilizarlos, a que hay un marketing que mantiene y refuerza esa costumbre; a que todavía estamos en la cultura de comunicarnos mediante los escritos, este conjunto de garabatos ordenados y marcados sobre una superficie lisa; a que debe existir una serie de normas que regulen la confección de estos garabatos, a que haya un código que desvela lo que estos garabatos significan, etc.
Pero también remite este boli a la fuerza que yo tengo en mis manos, al hecho de que tenga cinco dedos y los pueda mover de esta manera y no de otra, a que mis manos estén en la misma dirección que mis ojos- de poco me servirían si tuviera los ojos en el cogote, etc.- a que haya un soporte en el que apoyar las manos y el papel, etc., etc. Y también sigue remitiendo al por qué de las características de este bolígrafo: por qué no deja salir de su interior el líquido de la tinta más que través de la punta, por qué las moléculas forman esta estructura constante, qué papel juegan los átomos que las componen, los electrones que frenéticamente giran alrededor del núcleo, etc. La lista es interminable.
Y otro tanto podemos decir si hubiésemos partido no ya del boli sino de cualquier otra cosa: cuando digo de algo que es verde, verde significa también que no es ni rojo, ni azul, ni fucsia ni ninguno de los otros colores; cuando digo que iré de viaje el día doce, doce significa que excluye todos los demás días del calendario; cuando digo hierro, digo que no es ninguno de los otros elementos de la tabla periódica, y así continuamente. Por otra parte, la dureza de algo significa que no es temperatura, ni color, ni olor, ni longitud, etc., caracteres que no tienen nada que ver con la dureza.
Cada predicado concreto no sólo alude pues a los que con él tienen relación sino también a los que no la tienen Podemos por tanto afirmar que en cada cosa vemos lo que es pero alude a todo lo que no es, es decir, a todo. Y este todo, que por muy grande que sea es siempre limitado, remite a lo que carece de límite, pero eso ya no se nos alcanza.