Todos amamos la libertad, pero no es un capricho nuestro, sino una propiedad exclusiva de nuestra naturaleza. Las personas somos distintas a los demás seres: los objetos inanimados tienen cada uno sus propiedades, los animales también, pero además son independientes del medio en el que viven pues se pueden trasladar a otro; mientras que las personas, además de todo eso, nos pertenecemos, cualidad que no poseen los animales ni las cosas. Nosotros somos nuestros únicos dueños porque somos quienes nos construimos, quienes nos damos por nuestros medios una forma de vivir.
Pero esa libertad se articula en dos niveles distintos; uno es el de liberarnos de todos los obstáculos internos y externos que impidan nuestro desarrollo; es lo que quisiéramos poder hacer ahora, mientras el confinamiento. Nos gustaría no tener frenos para salir, saludar, viajar, realizar nuestro trabajo y para superar el déficit económico que a todos afecta, de un modo o de otro. No va a ser fácil pero esperamos poder conseguir esa liberación.
La libertad no es para conservarla intacta, sino para entregarla a algo que nos realice, y entonces seremos más libres
Claro que esta liberación no es más que el primer nivel. La liberación podemos decir que es “libertad de”, es decir, quedar libres de dificultades y de obstáculos, pero este nivel no es suficiente. Si nos quedásemos en él, poco o nada conseguiríamos, y es que la libertad es sobre todo “libertad para”, lo cual implica, una vez liberados, trazarnos un proyecto, entregarnos por propia voluntad a un objetivo elegido por nosotros que puede durar toda la vida, o a varios objetivos, temporales y escalonados, sean de orden laboral, económico, social, de estudios, de salud, etc., tengan o no relación entre sí. Y este es el segundo nivel, el que nos acredita como seres verdaderamente libres.
Claro que aquí surgen de nuevo situaciones difíciles, y tendremos que dedicar menos tiempo a la diversión y más a los estudios, por ejemplo, o gastar menos en fiestas para afrontar esa compra que nos gusta y necesitamos, o perder parte de nuestros ratos de ocio para dedicarlos a ese asunto que nos hemos propuesto etc. Pero eso no significa ser menos libres sino todo lo contrario, porque la libertad no es para conservarla intacta, sino para entregarla a algo que nos realice y entonces seremos más libres.
Sería ideal que, más bien pronto que tarde, nos liberemos de las actuales ataduras, y que luego tengamos talante suficiente para proponernos nuevas metas, porque así habremos recuperado del todo la libertad de la que hoy escaseamos.
Alfonso Verdoy