Inicio Opinión Larrarte, el amigo de Asirón, por Fermín Alonso

Larrarte, el amigo de Asirón, por Fermín Alonso

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El martes me enteré por la prensa de que el alcalde de Tudela, Eneko Larrarte (IE), me había denunciado por criticar el pasado 29 de octubre en Twitter su presencia junto a Asirón y alcaldes de Bildu y otras formaciones nacionalistas en un acto del llamado Foro Social, una entidad que comparte según parece a pies juntillas los postulados del entorno de la exBatasuna respecto al fin de ETA.

Como se pueden imaginar, no es una de esas noticias que a uno le agrada ver en un periódico mientras engulle a toda prisa y de pie un café antes de llevar a los niños al colegio e ir a trabajar; no tanto por la denuncia en sí, que confío no prospere, sino por la demostración de cómo algunas personas que basaron su escalada al poder en el ataque y la crítica feroz, demuestran ahora una nula tolerancia hacia quienes piensan diferente.

El tuit en cuestión, los 118 caracteres por los que me denuncia el sr. Larrarte, no recogen imputación de delito alguno, sino una mera crítica política que al parecer no es capaz de asumir con la deportividad con la que algunos hemos sufrido el acoso durante nuestra etapa con responsabilidades de gestión y que, incluso en la oposición, seguimos recibiendo hasta el punto de tener que aguantar que nos tachen de nazis, como hizo una de sus concejalas.

Critiqué a Larrarte en octubre porque, al margen de su discurso, su mera presencia legitimaba el acto en el que participó: un encuentro en el que se habló según las crónicas periodísticas más de la supuesta tortura mantenida por los estados español y francés contra los presos vascos (así llaman en ese foro a los asesinos de ETA) que, por ejemplo, de los 900 asesinados por los terroristas. Supongo que para disimular, se les reclamó, eso sí, autocrítica a “las personas presas” como si fueran un niño de 10 años que ha suspendido un examen o que ha pegado a su hermano.

En un evento similar, organizado por el mismo grupo unos días más tarde, se referían a los etarras huidos de la justicia como “exiliados políticos vascos”. Igual que llaman a las bombas lapa, a los tiros en la nuca, a los secuestros o a las ejecuciones como la de Miguel Ángel Blanco, “delitos de motivación política”.

El propio Colectivo de Víctimas del Terrorismo afirmaba ya en 2013 cuanto este Foro comenzaba a dar sus primeros pasos que “cualquier foro de debate que conciba décadas de asesinatos selectivos como un periodo en el que dos bandos han roto a matar carece de legitimidad moral” y añadía que «menos aún si el objetivo es deformar la realidad, colocando a los presos de ETA en el centro de un escenario en el que una banda de criminales sigue sin entregar sus armas».

En un acto público organizado por estas personas es donde Larrarte participó representando a todos los tudelanos y es por lo que yo le critiqué.

Y es que el acto de octubre podía haber pasado como una maniobra más del nacionalismo vasco para “amabilizar” (palabra muy del gusto de Asirón) la imagen de ETA en pleno proceso de disolución. Sin embargo, la mera presencia de Larrarte, no perteneciente en principio a esos partidos, legitimaba el acto y sus conclusiones.

En esta vida cada uno elige a sus amigos y elige si uno decide hablar del fin del terrorismo junto a Asirón y Bildu o junto a las víctimas de ETA.

Igual que ahora sostiene, con firme rostro de cemento, Adolfo Araiz, dice el Sr. Larrarte que él siempre ha estado por la paz, pero adopta el lenguaje impuesto por Bildu al hablar de todas las víctimas, como si asesinados y verdugos fueran equiparables en sufrimiento, dolor y culpa.

Dice que siempre ha estado con ellas, con las víctimas, aunque jamás me lo he encontrado en ninguno de los actos de recuerdo a los asesinados en Navarra, en Leiza, en Sangüesa, en Berriozar o cada mes de mayo en Pamplona.

Él eligió compartir estrado con Asirón y legitimar, ignoro si consciente o inconscientemente, un acto que responde a una estrategia clara y que es criticado abiertamente por las víctimas del terrorismo.

A mí, personalmente, me entristece que el alcalde de una ciudad que tanto quiero y donde tengo tantos amigos como Tudela tenga este comportamiento y compadree en un tema tan sensible con Asirón a quien con vergüenza observo negarse en los Plenos de Pamplona a condenar los asesinatos terroristas o que ha hecho Teniente de Acalde a un personaje como José Martín Abaurrea, que rechazó incluso hacerlo cuando el muerto era uno de sus compañeros de Corporación.

Y lo tendré que decir, con demanda o sin demanda, porque es mi obligación no como concejal o como miembro de un partido político, sino como ciudadano y con mi propia conciencia comprometerme con que el final de ETA no signifique impunidad ni amabilización de los asesinos, sino memoria, dignidad y justicia para las víctimas.

Larrarte tomará libremente las decisiones que le dicte su razonamiento político, pero a partir de ahí tendrá que aceptar que el resto podamos criticarlo, con mayor o menor acierto a veces, pero en uso de nuestra libertad de expresión siempre. Porque, como decía uno de sus propios concejales también en Twitter hace unos meses… “¡cómo les gusta la ley mordaza a esta gente!”.