No se sabe muy bien cómo, pero el ser humano empezó a hablar en tiempos inmemorables. No queda claro si las primeras palabras fueron interjecciones relativas a nuestras necesidades, que se aglutinaron poco a poco y formaron los nombres, o si desde el principio hubo ya una sintaxis tosca, pero sintaxis al fin y al cabo, porque el habla según Humboldt, basándose en su conocimiento de tribus primitivas, no es un conjunto de palabras, sino fruto de una visión del mundo, que descubre las cosas y sus relaciones con nosotros y entre sí, adjudicando una voz a cada elemento de esas dimensiones. Sea como sea, lo cierto es que hablamos, y que gracias a la palabra escrita conocemos el pasado, y gracias a la palabra hablada nos comunicamos en el presente.
Hoy en día es la imagen la que se está apoderando en nuestras comunicaciones; usamos tantas pantallas que ya la palabra escrita se utiliza cada vez menos; mayoritariamente solo se leen los titulares de la prensa y los twits breves en las redes. Eso de leer “El Quijote” o “Los hermanos Karamazov”- por ejemplo- es ya obsoleto. Corre por ahí esa especie de postulado de que una imagen vale más que mil palabras, pero cabe hacer serias matizaciones, pues dependerá de cómo sea la imagen y cuáles las palabras. “Las coplas a la muerte de su padre”, de Jorge Manrique, las poesías de Antonio Machado, o la prosa de Borges, entre otros muchísimos ejemplos, no creo yo que haya imagen que las pueda superar, a no ser que las traduzcamos al habla cotidiana.
Y es que somos animales racionales, tenemos la capacidad de hacer razonamientos y estos solo fluyen mediante la palabra. Necesitamos hablar para demostrar ciertas verdades, para afirmarlas o defenderlas, para expresar nuestros sentimientos y para manifestarnos como somos. Es pues evidente que al principio surgió la palabra, y gracias a ella fuimos descubriendo todo.
Si encontráramos un objeto que fuese totalmente desconocido, por muchas imágenes que tuviéramos de él, seguiría siendo desconocido, haría falta que los científicos lo estudiaran y lo analizaran, tras cuyo proceso terminarían dándonos una definición que estaría compuesta naturalmente de palabras, y a partir de ese momento lo conoceríamos. Tenemos el ejemplo del Covid-19, está retratado por todas las pantallas y periódicos, pero no tenemos una definición. Cuando se logre, habrá un cúmulo de palabras que lo explique, y solo entonces su imagen tendrá pleno sentido.