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LA JUVENTUD Y LOS ADARVES, por Miguel Carasusan

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“En las antiguas ciudades musulmanas un adarve era un callejón sin salida, que podía cerrarse y que daba acceso a las viviendas situadas en él. Todavía hoy en las calles del casco histórico de Tudela podemos leer las trazas de estos elementos tan cotidianos como singulares.”

Desde que se inició hace tres años, siempre que puedo asisto con gusto a las actividades del Des-Adarve. Para mi es un placer degustar el menú que Mikel Pau y Marta nos presentan; no todos los platos me gustan por igual, pero casi siempre tienen algo atractivo y novedoso que suele conseguir sorprenderme.

El nivel de las propuestas de este año ha sido alto, aunque personalmente yo me quedo con la ciudad vivida con júbilo por Pau Faus -una mirada profunda y poética sobre cosas que pasan en los espacios vacíos de las periferias-. Pero lo bueno de ese menú de degustación es que cada uno puede ir viendo qué es lo que más le agrada.

Como ya he escrito en alguna otra ocasión, las ciudades no están hechas sólo de edificios, calles y plazas, sino también -y sobre todo- de personas, ilusiones, propuestas y encuentros. Por eso es por lo que me gusta también el Des-Adarve, porque hace ciudad. Así va creciendo Tudela, y así la hacemos y la vivimos.

Por otra parte me parece importante resaltar que este certamen de arte efímero está llegando a ser considerado como suyo por la juventud, que lo valora como muy relevante. No es un programa específico para ellos, pero en ningún otro acto o evento cultural de Tudela veo tanta asistencia, implicación y participación de jóvenes.

En resumen, el balance es muy positivo. Sigue corriendo -como cada año- un poco de aire fresco por esos adarves que en ocasiones tanto cuesta ventilar. Y la clave del éxito está en que se trata de una iniciativa joven, inteligente y creativa, nacida de vuestras propias inquietudes, y que cuidáis y alimentáis con mimo.

Enhorabuena, y a intentar mejorar (no será fácil) en ediciones venideras.

Miguel Carasusán, arquitecto.