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La insoportable paz, por Pepe Alfaro

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Reivindicar la Paz, en estos momentos, tiene mucho de absurdo y de derrota. Y, generalmente, sólo conduce al desasosiego. ¿A quién le interesa la Paz? No tiene ningún sentido, pues quienes reivindican la Paz son las mismas personas que reivindican la Libertad, así, en mayúsculas, pero que hacen todo lo contrario de lo que deberían hacer. Pues tanto una como otra requieren (o al menos requerían en otros tiempos) entronizar el Diálogo, huir de dogmatismos, y tener como objetivo alcanzar Consensos, perdiendo, si fuera necesario, algunas de las propias y más inamovibles “certezas de conveniencia”.

Por eso, en sociedades, grupos, tertulias y recientes cenas de Navidades, se procura no nombrar la “bicha”. Porque el ambiente navideño en el que se finge que “todo el mundo es bueno” podría irse a pique e, incluso, llegar a las manos, o al lanzamiento violento de polvorones y turrón de Alicante, si se mentan caminos que conduce a la Paz o qué es lo que entendemos por Libertad. Y de esa calma tensa nos vamos nutriendo hasta que (como ha ocurrido tantas veces a lo largo de la Historia) logremos que todo estalle, matándonos unos a otros, empezando por familiares y amistades.

Defender el tan manido dicho in medio consistit virtus hoy es una absoluta insensatez. Sólo cuentan los extremos. Sólo vale “mi” Paz y “mi” libertad. Porque la del “otro” es Guerra y es Esclavitud. Resulta de un infantilismo insoportable recurrir a las buenas maneras, dejar hablar y escuchar al contrario o posibilitar puntos de encuentro, porque así no se llega a ninguna parte. Lo importante, lo que deja las cosas claras, el mejor de los razonamientos no está en el respeto. Está en la agresión y en el insulto. Y el insulto más procaz es el que más se celebra, tanto más si es emitido por quien ejerce un liderazgo. Y, por supuesto, llamando a la rebelión, a la desobediencia y a la destrucción del mobiliario urbano y comercios. Que todo es bienvenido para tratar de aniquilar al enemigo. Enemigo, sí, no contrario. Esta es la “nueva” Democracia. La Democracia perfecta que pone en bandeja el poder al dictador.

Y es que seamos claros: la mayoría de las Dictaduras han salido de las Democracias. No es de extrañar que muchos de los líderes que salen de las urnas se muestren dispuestos, por mandato humano y divino, a ejercer su poder sin contar con los “antidemocráticos” que no ganaron.

Resumiendo: necesitamos cuanto antes una tercera guerra mundial. Es cierto que lo intentamos y vamos por el buen camino, pero no ponemos toda la carne en el asador. Una tercera guerra mundial que nos devuelva a nuestros orígenes cavernícolas. Que nos quite tanta Inteligencia Artificial y nos recupere más Inteligencia Natural. A ver si, así, con un poco de suerte, los nuevos australopitecus, no llevan en su ADN el gen de la guerra, tan omnipresente en la especie homo sapiens.

Esta tensa Paz se está haciendo insoportable. Dense prisa, por favor.