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La escultura tardo gótica de Santa Ana la Vieja que se conserva en la iglesia de la Magdalena ha recuperado el esplendor que tuvo entre los S.XVII y XVIII tras la restauración que ha llevado a cabo el conservador Jesús Iturbide Elizondo.
La escultura, que representa a Santa Ana, acompañada de la Virgen María y el niño Jesús, ha estado vinculada a lo largo de su historia al templo de la Magdalena. Se trata de una representación de la escuela flamenca de finales del S. XV procedente de los talleres de Amberes. Desde el S. XVI ha permanecido en la capilla que la iglesia más antigua de la capital ribera tiene dedicada a la patrona de Tudela. Desde el S. XVIII preside el retablo de la misma, concebido de manera específica para poner en relevancia esta escultura.
La imagen muy querida por los tudelanos. Es la representación que procesiona a las siete menos diez cada mañana del 26 de julio por las calles del Casco Viejo antes de acceder a la Catedral a saludar a la imagen titular, una visita que Santa Ana le devuelve puntual a mediodía, cuando sale a las calles de Tudela en el día grande de las fiestas.
El conjunto escultórico
El conjunto escultórico representa a Santa Ana sentada con un libro sobre su regazo y lleva un toca y un vestido acorde con su condición de mujer casada y abuela. La representación de la Virgen María llama la atención por su juventud, llevar el pelo suelto y aparece coronada como Reina de los Cielos. La madre tiene un tamaño mayor que la hija. Este hecho que tiene su explicación en la manera de plasmar en el gótico la diferencia generacional entre los personajes que se representan, «de manera que cuanto más mayor es una persona más grande es de tamaño», explica Iturbide.
El conjunto narra la ocupación de la Abuela en la educación de la hija mientras sujeta la imagen del niño. Éste aparece inclinado hacia adelante alcanzando el racimo de uvas que le ofrece su Abuela, «un símbolo de la pasión y una metáfora del dogma eucarístico», reseña el conservador.
Estado de conservación
Antes de la intervención que se ha llevado a cabo la imagen estaba sucia, con pérdidas de policromía y levantamientos en su superficie. No solo faltaba el color en algunas partes, explica Iturbide. «También había pérdidas de toda la capa pictórica», dejando a la vista la madera original.
La escultura estaba totalmente repintada y no queda rastro de su estado original que, sostiene el conservador, debía ser dorado como corresponde a las representaciones de la época. Así lo delatan los estudios que se han realizado sobre la escultura. Así son, también, las dos esculturas semejantes que se conservan en nuestro país, una en la parroquia San Francisco de Asís, de Santa Cruz de la Palma en Gran Canaria; y otra en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid.
Según los análisis que se han realizado sobre las capas pictóricas, esta imagen original con pan de oro del siglo XV, se repintó en el S. XVIII. Con posterioridad, también entre los años 40 y 60 del siglo XX. Los motivos que llevaron a ello, sostiene Iturbide, bien pudieron ser por motivos meramente estéticos por el cambio de gusto y modas de la época, o bien por el deterioro que presentaba la imagen tras el paso de los años.
Intervención
El proceso de intervención que se ha llevado a cabo en la imagen ha consistido en la limpieza superficial de la imagen. Asimismo, tras el análisis de las capas pictóricas, se ha procedido a eliminar los repintes realizados a mediados del S. XX y se ha apostado por recuperar la pintura original con la que se decoró la imagen en el repinte del S. XVIII.
De este modo se han podido recuperar las policromías barroca con las que se decoraron los ropajes de los protagonistas de la escena en el S. XVIII así como el color original con el que se decoraron las carnaciones en el S. XV. Respecto al pedestal que ha llegado hasta nuestros días con tonos marmoleos oscuros, se ha recuperado con la capa dorada del S. XV.
Cambios y problemas
Otro de los grandes cambios que afecta al conjunto está en los ojos de las tres figuras. Los rostros los describía el catálogo monumental de Navarra como de ojos rasgados. Tras la eliminación de los repintes, el restaurador y conservador se ha encontrado con los ojos originales de la Virgen y el Niño, mucho más grandes y expresivos que los que tenían. «Los de Santa Ana no cambian tanto, ya que aparecen medio cerrados, quizás como significado de su senectud frente a los grandes y jóvenes ojos de la Virgen».
Uno de los momentos más delicados del proceso, reconoce el conservador, ha sido la restauración de la capa que cubre a Santa Ana y el libro que sostiene la patrona de Tudela, ya que bajo la pintura del S. XX no se aprecia la existencia de otra capa pictórica. Esta situación llevó a Iturbide y al servicio de Patrimonio a plantear la conservación en el conjunto escultórico de capas pictóricas del S. XX con las del S. XVIII. La premisa es que la evolución técnica que se pueda experimentar en el campo de la restauración en el futuro permita acceder a la capa pictórica original del S. XVIII que decoró ambos elementos.
Recuperación de los Dorados
Uno de los debates que ha suscitado la intervención ha sido la recuperación de todo el conjunto escultórico con sus tonos dorados originales y a los que se ha renunciado por rentabilidad y tiempo. «Es un trabajo que hay que hacer mecánicamente en una tarea que puede durar meses o años y tampoco teníamos la garantía de que se hubieran conservado bien, uno de los motivos por los que pudo repintarse en el S. XVIII».
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