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La Cumbre del Clima en Dubái, más pena que gloria, por Julen Rekondo

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El objetivo principal de la COP28 que se ha celebrado en Dubái desde el 1 de diciembre hasta el 13 de diciembre, era llegar a un acuerdo para terminar con la utilización de combustibles fósiles que suponen el 80% de la energía mundial y son los responsables principales de que el planeta se haya calentado en 2023 1,46ºC respecto a la época preindustrial. La Unión Europea, Canadá y otros países del mundo desarrollado, más muchas naciones pobres y especialmente vulnerables al cambio climático, exigían un acuerdo en la COP28 que fijara claramente el fin del uso de los combustibles fósiles.
Arabia Saudí lideraba una posición conjunta de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) para que la conferencia de Dubái se centrara sólo en la reducción de los combustibles fósiles sin especificar mucho más, y no en fijar una fecha para el final de los combustibles fósiles que son los causantes de las emisiones de CO2.

¿Es un juego de palabras? No, porque los países productores de petróleo lo que plantean es seguir utilizando combustibles fósiles y aplicar las tecnologías de captura, almacenamiento y utilización de las emisiones de CO2, para reducir su impacto. Sin embargo, hay quienes consideran que dicha tecnología todavía no es viable, como es el caso de diversas organizaciones ecologistas y expertos en la materia. «Consideramos que no es una solución real. Podría ser una especie de complemento, pero la única forma de combatir el cambio climático es reducir las emisiones. Los que más interés tienen en esta tecnología son los sectores que trabajan en la producción y el uso de combustibles fósiles, porque consideran que es una vía de escape para poder seguir actuando igual», según declaraciones realizadas y recogidas por distintos medios de comunicación por Sergio Bonati, especialista del programa de clima y energía de WWF.

Al final, y después de un día más de reuniones ha habido un acuerdo en la COP28, entre los petroestados a favor de seguir usando hidrocarburos como los que pedían su final (la Unión Europea, entre otros), a través de un segundo borrador y definitivo que actúa como documento de conclusiones, y que se denomina Balance Global. El texto acordado por unanimidad parece como una especie de encaje de bolillos, donde no se incluye de manera explícita la eliminación progresiva de los combustibles fósiles. Tampoco siquiera el otro concepto en disputa durante toda la cumbre como la reducción progresiva. Y, al final, en un intento de contentar a todas las partes, la presidencia de la COP28 ha recurrido a un concepto nuevo hasta ahora en las negociaciones con el que se insta a una transición para alejarse del carbón, el petróleo y el gas.

Apuntar a los combustibles fósiles como causantes del cambio climático está bien. Pero con la situación que estamos viviendo lo que necesitamos es voluntad política para afrontar los cambios necesarios, en diversos sectores y en el mismo sistema económico, para reducir las emisiones de forma drástica y continuada, y abandonar de forma progresiva los combustibles fósiles.

Si bien el documento final mejora el primer borrador redactado por la Presidencia de la COP28 y que ocasionó una oposición bastante grande, lo cierto es que no está muy en consonancia con lo que dice la comunidad científica y la situación de emergencia climática en la que estamos a escala planetaria.

Como aspectos positivos del documento final de la Cumbre de Dubái, se han citado “el reconocimiento a limitar el calentamiento global a 1,5 °C que requiere reducciones profundas, rápidas y sostenidas de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero del 43% para 2030 y el 60% para 2035 en relación con el nivel de 2019 y alcanzar las cero emisiones netas de dióxido de carbono para 2050; triplicar la capacidad mundial de energía renovable y duplicar el promedio mundial de tasa anual de mejoras de la eficiencia energética para 2030; acelerar los esfuerzos encaminados a la eliminación gradual de la energía del carbón; acelerar los esfuerzos a escala mundial para lograr sistemas energéticos de cero emisiones netas, y en esta línea eliminar lo antes posible las subvenciones ineficientes a los combustibles fósiles que no abordan la pobreza energética o las transiciones justas”.

Pero con ser esto cierto, lo más urgente en estos momentos en la lucha contra el cambio climático es la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, lo cual es bastante problemático en una COP presidida por la quinta reserva más grande de petroleo y gas en el mundo, como es Emiratos Árabes Unidos (EAE).

Celebrar cumbres del clima en países productores de combustibles fósiles no es ninguna buena idea, sino todo lo contrario. Y, además, en las que los activistas y observadores internacionales que han acudido a la cumbre del clima de la ONU en Emiratos se han visto sobrepasados un año más por la presión de los empresarios del petróleo, el gas y el carbón. El número de lobistas presentes en la COP28 han ascendido este año en 2.456, una cifra récord y casi cuatro veces superior a la de la COP27 (636), que era el máximo hasta ahora. El conteo ha sido elaborado por la coalición Kick Big Polluters Out (Fuera Combustibles Fósiles) a través de las listas oficiales de asistentes. Tanto mejor sería que se celebraran en países comprometidos con el objetivo de mantener el calentamiento global en un máximo de 1,5 ºC, como plantea el Acuerdo de París alcanzado en 2015, y en las que se pueda celebrar un encuentro paralelo de la sociedad civil, las organizaciones medioambientales, u otros colectivos, con el fin de poder demostrar un apoyo masivo a los avances que hay que conseguir en las COPs en la lucha contra el cambio climático.

Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente