A veces nos quejamos de que no tenemos la suficiente suerte, y decimos que nos gustaría tenerla, o tener buena estrella, que es lo mismo. Es verdad que en más de una ocasión no nos salen bien las cosas, y pensamos que la culpa la tienen los demás, o que estamos gafados, sin pensar si los verdaderos culpables podemos ser nosotros. Y es que para andar por la vida es necesario tener estrella, no en el sentido de que se resuelvan nuestros asuntos, sino en el de que haya algo, distinto y ajeno a nosotros, que nos sirva de guía y nos oriente, porque cuando esto sucede sabemos en cada momento qué es lo que hemos de hacer y cómo hacerlo, lo cual nos da seguridad y nos deja más tranquilos.
Esa buena estrella es más que una meta y más que un fin determinado, porque estos pueden ser conseguidos casi siempre. Tales objetivos nos hacen seleccionar una serie de actos y desechar otros, gracias a lo cual solemos alcanzarlos, pero a partir de este momento la estrella en cuestión se apaga y deja de atraernos.
Necesitamos una estrella permanente que nos atraiga y que sintamos satisfacción por sentirnos atraídos
Pero nosotros necesitamos una estrella permanente, que no se apague nunca, que nos atraiga y que sintamos satisfacción por sentirnos atraídos. Así que esa estrella no puede ser una cosa material sino una idea que nos conquiste por sí misma, de tal modo que no es que nosotros hayamos de hacer algo para encaminarnos a ella, sino que es ella la que nos motiva y seduce. Caminando hacia ella nos sentimos no solo a gusto sino también felices, entendiendo que no podríamos vivir de otro modo. Seguirla no supone esfuerzo ni nos agota, sino todo lo contrario: dejarnos atraer por ella nos relaja y satisface, mientras que no hacerlo nos produce descontento.
Es como una vocación por una forma de vivir, por unos valores, es cuestión de principios se decía antes, no es conseguir triunfos ni ganar más dinero, porque no tiene que ver con el ganar, sino con el ser, o lo que es lo mismo, por ser como creemos que debemos ser. Por ello es además de una idea una creencia, lo que significa que creer en ella es nuestra única forma de vivir.
Claro que hoy, con tanta tentación por el consumo, con tanta invitación para competir y triunfar sobre los demás, no sabemos cuál es nuestro ser, ni nos interesa, porque la vida funciona como si eso no fuese interesante. Tenemos muchas sugerencias distintas y hasta contradictorias, y tratar de responder a todas nos desorienta y desequilibra, razón por la que nos está vedado tener como guía una buena estrella.
Alfonso Verdoy