María durante su reciente estancia en el Sáhara
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A sus 17 años, María Caballer, alumna del segundo del Grado Medio de Atención a Personas en Situación de Dependencia en el CIP ETI de Tudela, ha vivido una intensa experiencia que la ha llevado como voluntaria hasta las dairas del Sáhara Occidental para ayudar a niños y niñas con discapacidad. Su vocación por ayudar a los demás y su compromiso con quienes más lo necesitan han marcado la trayectoria de esta joven estudiante de Alfaro y su historia es todo un ejemplo de la solidaridad y el compromiso que atesora la juventud.

Desde pequeña, María tuvo claro que quería dedicar parte de su tiempo a los demás. A la hora de escoger sus estudios, en el Grado Medio de Atención a Personas en Situación de Dependencia que se imparte en el CIP ETI de Tudela ha podido encontrar los recursos necesarios para formarse en algo que para la joven es una vocación desde la que se ha  sumado a programas de voluntariado.

Un verano entregado al voluntariado

El pasado verano, durante sus vacaciones, María se trasladó a Logroño para colaborar con la Asociación Riojana de Amigos y Amigas de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y su proyecto «Vacaciones en Paz», una iniciativa que permite a niños saharauis pasar los meses estivales en España alejados de las limitaciones de la vida en el Sahara.

María jugando con uno de los niños a los que asistió como voluntaria este verano en Logroño dentro del proyecto «Vacaciones en paz»

En la capital riojana ofreció su apoyo a un grupo de niños saharauis con discapacidad ayudándoles en su aseo, comidas y acompañándolos al hospital y a los centros especializados a los que asistían y lo que comenzó como una colaboración ocasional, se convirtió en una dedicación para todo el verano.

Un viaje al corazón del Sáhara

Este curso se le planteó la oportunidad de viajar a los campamentos de refugiados en el Sáhara y no dudó en sumarse a la expedición de la Ong riojana que ha visitado el Sahara entre el 28 de enero y el 6 de febrero, donde María ha tenido la ocasión de trabajar mano a mano con neuropediatras, fisioterapeutas y trabajadores sociales. Su labor, explica, ha consistido en colaborar con los profesionales sanitarios, ayudando a registrar historiales clínicos de las personas que acudían a consulta.

María pudo reencontrarse con algunos de los niños y niñas con los que compartió el voluntariado en verano

«Abrían los hospitales solo para nosotros porque apenas hay profesionales sanitarios. Aunque reciben ayuda humanitaria, muchas veces no hay quien administre los medicamentos», relata. La situación en los campamentos es muy precaria, describe. «Hya muchas personas con enfermedades sin tratar, faltan recursos y los niños con discapacidades no pueden acudir a la escuela por la ausencia de centros adecuados».

Durante su estancia la expedición visitó cinco dairas (pueblos), dedicando jornadas enteras a atender a la población local. «Uno de los momentos más duros fue visitar las jaimas de los niños con mayor grado de discapacidad y que ni siquiera podían desplazarse hasta los centros de asistencia sanitaria. Encontramos casos realmente graves, niños que no pueden ir al colegio debido a su discapacidad o bien porque sus compañeros se meten con ellos. Otros no cumplen los requisitos de autonomía e integración para acceder a un centro de educación especial», explica en un contexto en el que resulta difícil imaginarse las carencias cunado estas afectan a la población en general.

Una experiencia que deja huella

A pesar de la dureza de la situación, María se muestra convencida de que volverá. «Ha sido una experiencia súper gratificante que espero repetir. Tengo claro que voy a volver», expresa convencida la joven estudiante a la que la pasión por la ayuda humanitaria le viene de familia ya que sus padres comenzaron a acoger niños saharauis en 2002 y su madre ha viajado en varias ocasiones a los campamentos.

María Caballer, en el hall del CIP ETI, donde estudia el ciclo de grado medio de Atención a Personas en Situación de Dependencia

Tras vivir estos días en los campamentos saharauis, no duda de que la forma más sencilla de apoyar fácilmente a estos niños y niñas es ofrecerles una acogida en los meses de verano. «Para mí, la mejor forma de ayudar es participando en el programa ‘Vacaciones en Paz’. Hay muchas maneras de contribuir, pero acoger a un niño saharaui en verano es ofrecerle una oportunidad única. Para ellos, algo tan simple como abrir un grifo o encender la luz es algo que les resulta asombroso. Son niños que disfrutan cada momento», explica la joven, un ejemplo de que con compromiso, solidaridad, actitud y pequeños gestos se pueden aportar grandes cambios en la vida de quienes más lo necesitan.