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José María Macaya Floristán firma «Joaquín Gaztambide. Compositor, director de orquesta y empresario teatral», obra con la que ha ganado el premio de Biblioteca de Temas Locales Manuel Castel-Ruiz y con la que trata de reivindicar la figura de un músico prácticamente olvidado.
Macaya recuerda que la carrera de Gaztambide se desarrolla en lo que denomina «época de oro» de la música navarra, región que con apenas 300.000 habitantes dio a España en apenas 50 años, músicos de la talla de Arrieta, Gayarre, Eslava, Sarasate, José Echeverría, Gorriti, Guelbenzu, Zabalza, Javier Gaztambide, Goñi, Otermin, Brul, Larregla, Sobejano, Esain o Vallejos. Un hecho «insólito», asegura, que no se ha vuelto a repetir en ninguna región europea, y del que formó parte Joaquín Gaztambide.
Compositor, empresario y director de orquesta
En el libro, Macaya aborda al Gaztambide compositor, que firmó grandes obras como «Catalina», «El Valle de Andorra» o «El Juramento», pero tampoco se olvida de otras facetas como la de director de orquesta y empresario.
El segundo pilar que sostiene la magnitud de la figura de Gaztambide es su faceta de empresario teatral en la que, pese a ser uno de los artífices del Teatro de la Zarzuela junto a Arrieta y Barbier, «demostró ser un fracaso», a juicio de Macaya. «Se quedó de malas maneras con el Teatro, era un mandón, un echado para adelante, muy Ribero, de él no se reía nadie pero él del que quería. Aquello fue un desastre calamitoso en el que la ambición personal lo echó todo por tierra», relató.
El Gaztambide director
Pero los elogios sobre la figura de Joaquín Gaztambide y la necesidad de su reivindicación se hacen especialmente necesarios cuando se aborda la facera de Gaztambide como director de orquesta. «Me atrevo a asegurar que fue el número uno de España», sostiene Macaya, que atribuye al músico tudelano la introducción en nuestro país de la música de Wagner o de Beethoven.
A él también le atribuye el primer acercamiento de Arrieta al mundo de la Zarzuela «cuando regresó a España con aires de compositor de ópera». Fue tal la gratitud hacia Gaztambide que, narra Macaya, «Arrieta le regaló una batuta de ébano con incrustaciones de oro y plata».
En sus últimos años triunfó como director de orquesta al frente de Teatro Rossini que se levantó en los Campos Elíseos de Madrid en los años 65, 66 y 67. Los acontecimientos que se vivieron en el país en 1868 llevaron a Gaztambide a emigrar a La Habana, donde continúa triunfando como director, y encaminar sus pasos a México. En el país centroamericano termina la fortuna del músico tudelano y no llega a triunfar. Gaztambide regresa a España enfermo y muere.
El suyo, relata Macaya, fue el final de un artista que murió arruinado. «Dejó a su mujer y a su hija sin un duro, pero él vivió como un marajá. Viajó a los mejores hoteles de París, visitó los mejores restaurantes de la época, traía baúles de ropa de Francia, el derroche era impresionante, sin duda su parte más negativa y desconocida».
Su nombre, lamenta el autor, poco a poco va cayendo en el olvido. «Navarra no se da por enterada de su existencia y Joaquín Gaztambide va cayendo en el olvido. Hoy solo Tudela recuerda a un hombre que, junto con Barbieri y Arrieta fue un genio».
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