Generalmente nos pasamos la vida yendo hacia determinadas metas, marchando para conseguir determinados fines de carácter social y laboral, que es tanto como decir de carácter personal. Y vamos hacia esos objetivos porque nos sentimos atraídos por ellos y los necesitamos. Al iniciar la juventud se abren ante nuestra vista un sinfín de profesiones y trabajos entre los que hemos de elegir uno, el que más se adecua a nuestras inclinaciones. Son profesiones establecidas de antemano por el Estado y la inercia del mercado, y forman un esquema invariable durante mucho tiempo. Si hemos acertado en la elección, todo irá bien, y si no, siempre hay segundas oportunidades.
Sin embargo es verdad que, a veces, nos cansamos de ir de un lado a otro, de intentar conseguir algo que rime con nuestra personalidad, y resulta que no lo alcanzamos porque otros se adelantan o tienen más suerte. En tales ocasiones nos invade el desánimo y renunciamos a continuar; ya no hay nada, en ese maremagnun de empleos diseñados previamente, que nos atraiga y nos haga ir en su busca.
“Acostumbrados a vivir frente a un prefijado esquema laboral, hemos llegado a creer que no hay más profesiones que las ofrecidas”
Lo que pasa es que, acostumbrados a vivir encarados a este prefijado esquema laboral, hemos llegado a creer que no hay más profesiones que las ofrecidas, y que por tanto nuestra conducta ha de ir en pos de una de ellas; pero esto, con ser verdad, no es toda la verdad, porque nosotros, todos, antes de ir hacia algo externo, venimos. Antes que ir hacia algo de afuera porque nos llama, venimos desde nuestros adentros, desde un impulso más fuerte que todos los atractivos del mundo, y que es el que auténticamente nos mueve, aunque la rutina haya hecho que lo olvidemos y por tanto se anquilose, limitándonos solo a ir, obedeciendo a externas atracciones.
Y ahí está el quid, en dejarnos guiar por esta pujanza que nos mana en el interior; y este dejarse llevar nos hará seguir buscando, y si no encontramos nada en lo establecido, en vez de desanimarnos, lo sabremos inventar, tarde o temprano. Ejemplos no faltan: personas o grupos de personas que fueron capaces de inventarse su trabajo, que es tanto como inventarse a sí mismos. Porque lo importante no es ir, obedeciendo el tirón y la costumbre, sino venir desde ese impulso vital. Ir en busca de algo establecido supone encontrar un oficio, que puede que nos guste por supuesto, pero venir desde el propio impulso equivale no ya a encontrar sino a crear una forma de vida diseñada por nuestro modo de ser, y que, a buen seguro, nos satisfará mucho más.