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Idiomas, por Alfonso Verdoy

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Nuestro planeta es muy extenso y además muy variado, con zonas que en nada se parecen las unas a las otras: son distintos los paisajes, los vientos, las montañas, la vegetación, los ríos, las lluvias, los mares, los suelos, la temperatura, la fauna, etc. Todas esas variantes influyen sobremanera en el cuerpo de sus habitantes y por tanto en su modo de ser, por lo cual sus costumbres, sus trabajos, sus alimentos, su folclore y también su lenguaje están determinados por su particular entorno. Así que en cada territorio se habla un idioma diferente a los demás, lo cual hace muy difícil la intercomunicación entre las personas de las distintas nacionalidades.

Ahora, con la globalización resulta que, cada vez más, hombres y mujeres viajan continuamente de un país a otro por motivos comerciales, políticos, culturales y también turísticos, y se estaba haciendo necesario un idioma común. Por una inercia impulsada sobre todo por motivos políticos y tecnológicos, ha sido el inglés el que se ha ido imponiendo como el vehículo general para intercambiar los distintos mensajes, y de ese modo, sin menoscabo de los idiomas particulares, se utiliza como el mejor medio de comunicación entre personas de distintas naciones. Cuando la ocasión lo requiere, usamos el inglés para contactar con personas de otros países, y en las demás situaciones usamos nuestra propia lengua. De ese modo, sabiendo un solo idioma, nos podemos entender con personas de muy diversos países.

Sabiendo un solo idioma, el inglés en este caso, nos podemos entender con personas de muy diversos países

Pero esto, que es un verdadero éxito, no ha calado en nuestro país, sino que estamos empezando a hacer lo contrario. En España tenemos la riqueza de distintos idiomas, además de uno común a todos, el castellano. Lo más lógico sería que para dialogar con personas de regiones con habla distinta empleáramos el habla común, reservando la lengua propia para comunicarnos con los nuestros, pero estamos dejando de hacerlo así. Estemos con quien estemos, y en todas las situaciones, incluso en ese recinto de la Soberanía que son las Cortes, cada uno se expresa en su propio lenguaje, y los demás tienen que agarrarse a incómodas y no del todo precisas traducciones. Por ese camino, los que además del castellano posean otra lengua nativa, irán olvidando la de Cervantes porque prácticamente no la usarán, con lo que la comunicación entre las personas de este país se tornará cada vez más difícil, y quizá imposible. Claro que, como dicen algunos que se autodefinen como progresistas, siempre nos quedará el inglés.