En las vísperas de cada 12 de octubre, se repiten, como un mantra, los mismos debates sobre el tema de la Hispanidad. El revisionismo histórico no tiene límites y proliferan historiadores exprés y politólogos advenedizos que, en general, sólo defienden, sin la más mínima objetividad y de manera extrema y sin concesiones, la postura indigenista o la conquistadora.
La “sincronía” dice, con toda la razón, que no es posible separar las circunstancias de un hecho cualquiera de sus condicionamientos históricos. Por lo que intentar calificar lo ocurrido hace más de quinientos años con los parámetros actuales no nos lleva a ninguna parte. De modo que, con la excepción de los escasísimos estudiosos imparciales del tema en cuestión, las discusiones interesadas y estereotipadas, en cualquiera de los extremos, y sobre todo en estas fechas, recuerdan la vieja fábula de Tomás de Iriarte, en la que dos conejos sucumbieron, distraídos del peligro, por no ponerse de acuerdo en una interminables discusión si los perros que les perseguían eran galgos o podencos.
Y en esas estamos: si eran galgos o eran podencos. Por eso, aunque está claro que no podemos cambiar el pasado, sí podemos aprender de él mejorando el presente y el futuro entre nuestros pueblos. Tanto más teniendo presente que el mestizaje y el idioma común que nos unen son dos incuestionables elementos de cohesión. Los bandazos sociales son imprevisibles y los países han pasado y pasan de ser migrantes a receptores de migración. Pero, tanto en este lado como en el otro del Atlántico, el hermanamiento y el afecto mutuo es más que notable. Y conviene recordar que, en un tiempo mucho más reciente, con motivo de nuestra fratricida guerra civil, no pocos exiliados fueron acogidos por los países hermanos.
Este debería ser el punto de partida. España debe establecer mayores lazos de unión con los países denominados hispanoamericanos, por todo cuanto nos une en lo positivo. Por poner un ejemplo puntual, muchos de los excedentes de vacunas deberían ir a estos países que, actualmente, tiene menos posibilidades de adquirirlas, debido a la debilidad de sus economías.
Y no olvidemos que el idioma común, el castellano o español, ha sido y es fuente de comunicación y de riqueza. Un idioma que no conoce fronteras y que ha tenido excelentes cultivadores en todos los países que ha hermanado. Neruda, Sor Juana Inés, Rulfo, Juana de Ibarbourou, García Márquez, Gabriela Mistral, Benedetti, Alfonsina Storni, Borges, Gioconda Belli, Martí, Isabel Allende y un larguísimo etcétera que no cabe en esta columna, gracias por tanto.