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Griterío, por Alfonso Verdoy

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Estamos tan acostumbrados a vivir inmersos en un griterío que ya nos parece lo más natural. Es así desde que las tecnologías aparecieron en el campo de las comunicaciones, pues los que tanto gritan son los medios, y lo hacen tan fuerte que ese imparable ruido mediático nos tiene completamente aturdidos. Ya no podemos digerir tanta información; nos dan noticias sobre todos los temas y sobre todos los países, y nuestra cabeza no está para excesos, puede con lo que puede y nada más.

Algo semejante sucede con nuestras fuerzas, pues si nos empeñamos en cargar de continuo con más de cien kilos terminaremos destrozados e inútiles para soportar el objeto más delicado y tenue, mientras que si nos acostumbramos a llevar el peso que nuestra musculatura puede soportar, seremos capaces de mover montañas, aunque no en un día, pero sí en la temporada que nos hayamos propuesto.

Deberíamos hacer igual con la información, centrarnos solo en la que nos afecte y desechar el resto para que no nos cause una indigestión mental, la peor de todas, pues nos impide tener una visión clara del cercano mundo que nos rodea y que es el único nuestro; porque además no sabemos a cuál de las informaciones atender, ya que surgen tantas en todo momento que andamos un tanto despistados, pues cuando nos parece haber encontrado la noticia importante, aparece otra gritada con la misma fuerza y hacia ella nos volvemos, dejando la anterior en un segundo lugar. Vivimos rodeados de noticias acuciantes, y por querer atender a todas no atendemos a ninguna.

Vivimos rodeados de noticias acuciantes, y por querer atender a todas no atendemos a ninguna

Sería bueno por tanto estar solo pendientes de aquello que nos compete, de nuestro entorno, de lo que les pasa a nuestros vecinos, a nuestras amistades, a nuestra familia, que pese a tenerla tan cerca la tenemos muchas veces tan lejos, a nuestra ciudad, a nuestro país, y poco más. De ese modo careceríamos de estrés, entenderíamos mejor todo lo que nos concierne, y a pesar de hacer muy poco caso de los medios de comunicación, nos sentiríamos satisfactoriamente comunicados y acoplados con la vida.

Así que si todos hiciéramos esto, todas las personas de todos los continentes y de todos los países, viviríamos más en nosotros mismos, más a gusto y por tanto no se nos ocurriría molestar a quienes nos rodean. La excesiva información nos aplasta y, para superar esto, se nos ocurre la peregrina idea de que adquiriendo una noticia más, resolveríamos nuestra falta de fuerzas, pero nos volvemos a engañar.