Inicio Colaboradores Carlos Muñoz Golpe de suerte, por Carlos Muñoz

Golpe de suerte, por Carlos Muñoz

Buscando el sentido vital

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Woody Allen acude a su cita puntual regalándonos su película número cincuenta, rodada en francés y con París como escenario. Después de la decepción de Rifkins´s Festival, nos narra el encuentro fortuito entre dos jóvenes, cuyas vidas han llevado caminos opuestos, ella está casada aparentemente feliz, y con una vida de lujo; él es un escritor bohemio, que sobrevive con más pena que gloria. El film lo protagonizan: Lou de Laâge Melvil Poupaud, Niels Schneider, Valerie Lemercier.

La historia arranca con el encuentro casual en Paris, entre Fanny (Lou de Laâge), y Alain (Niels Schneider), antiguos compañeros de Instituto. Ella, después de un matrimonio fallido con un músico, trabaja en una galería de arte y ha encontrado la estabilidad junto al rico Jean (Melvil Poupaud), hombre posesivo y misterioso. Alain es un escritor idealista que intenta sobrevivir con el peso de no haber declarado su amor a Fanny en los tiempos de Instituto.

El escritor decide recuperar al amor de su juventud, y propone a Fanny verse habitualmente, convirtiéndose al poco tiempo en amantes. Fanny encuentra en Alain esa libertad perdida, encerrada en un matrimonio artificioso, y cuyo marido la exhibe ante sus amigos ricos como un trofeo; mientras, Alain está pletórico al conseguir a su amor platónico. En ese contexto, aparece Aline, madre de Fanny (Valerie Lemercier), para pasar unos días, y descubre que su hija no actúa normalmente. Al mismo tiempo, Jean sospecha que su adorable mujer esconde un secreto e inicia sus investigaciones para ver que sucede…

La sombra de Match Point planea sobre el film, al usar el azar como desencadenante de la fortuna o la desgracia de los personajes, pero con menor dramatismo que aquella. Allen sigue aplicando su mirada crítica, socarrona hacia la clase alta, y con sus diálogos mordaces, retrata la banalidad, las falsas amistades, los egos de seres que se creen dueños de su destino cuando no lo son. Además, la excelente fotografía de Vittorio Storaro, nos ayuda a sumergirnos en los dos espacios-mundos entre los que oscila el film, uno donde impera la frialdad, el lujo, la tensión; el otro, nos adentra en el romance, el deseo, lo vital. Lástima que la trama criminal chirríe, cayendo un poco en la autoparodia, y sobre todo se acelere la narración en su tramo final sin motivos.

Lou de Laâge está exultante en pantalla, aunque es Valerie Lemercier la que con su personaje, abre el camino a la trama detectivesca, impidiendo que el ritmo decaiga. Melvil Poupaud y Niels Schneider completan el círculo dramático.

En definitiva, un film donde reconocemos el universo de Woody Allen, y sin ser una obra redonda, nos sitúa a la espera de su próximo golpe cinematográfico.