Francesco Tonucci, considerado uno de los mejores pedagogos del mundo y uno de los ponentes más reconocidos en el análisis de las necesidades de la infancia, ha sido el protagonista de la charla ponencia «La Ciudad como escuela», organizada por Recicleta Ribera y la UNED de Tudela en el marco de una iniciativa de Educación Ambiental que ha contado con el apoyo del Gobierno de Navarra.
El pedagogo italiano reflexiona sobre los acontecimientos que nos está tocando vivir y cómo lo están viviendo los más pequeños y no duda de que también tiene consecuencias muy positivas para ellos. «En el confinamiento han extrañado a los amigos, pero han estado felices por estar más tiempo con sus padres y han aprendido a vivir con ellos. Recopilar cuánto han aprendido en el confinamiento, cuándo han ganado, cómo han superado el miedo que les llegaba por las imágenes o superado el aburrimiento del tiempo con el que se han encontrado daría para un trabajo muy interesante», afirma.
Tonucci reconoce que la sociedad se enfrenta a un nuevo tiempo en el que son necesarias nuevas normas que hay que pactar localmente en la ciudad, en la escuela y con los niños. Fiel a su propuesta de que una ciudad pensada para los niños es una ciudad más segura para todos, Tonucci plantea como ideas que la ciudad ofrezca sus espacios a la escuela ahora que éstas reclaman espacios vacíos para solventar el problema del distanciamiento. «La ciudad debe de ofrecer mucho más. Los alcaldes tienen que invitar a las entidades publicas y privadas a ofrecerse como lugares de aprendizaje y de experiencias donde los alumnos vayan a vivir una experiencia, no una clase desplazada».
Su segunda propuesta es que los niños y niñas vayan a la escuela sin los adultos. «Ir con amigos significa reducir al menos a la mitad el número de personas que se mueven por la ciudad. Es algo que funciona. Si están solos cuidan muchísimo de ellos mismos. Los problemas empiezan si estamos nosotros, los adultos. Además se ha demostrado que quienes van caminando tienen un nivel de atención más alto que los que van en coche. Los niños que van en coche muchas veces se despiertan en su pupitre», afirma el pedagogo italiano.
La tercera propuesta pasa por algo que ya se ha empezado a experimentar en Tudela, en el colegio de Griseras, regalando a los colegios los espacios cercanos a sus instalaciones. «Es un espacio añadido que la escuela puede utilizar para sus necesidades. Recreo, gimnasia, clases… y donde sería interesante que los niños discutieran sobre su diseño para arreglarlas, decorarlas y que además nos libera de ruido y de contaminación».
Por último, Tonucci plantea a las escuelas que renuncien a su estructura en el aula y apuesten por talleres y laboratorios y que los niños y niñas participen en el gobierno de los centros educativos. «Habría que crear un consejo de alumnos con representantes de todos los niveles en igual numero de niños y niñas, sorteados y no elegidos, y que este grupo se reúna frecuentemente con los directores para evaluar como está su escuela, especialmente en estos tiempos cuando hay tantos problemas a tener en cuenta».
Una idea que aportó el prestigioso pedagogo dentro de su propuesta de escuelas de laboratorios frente a la escuela de las aulas, es que la bicicleta sea protagonista de uno de esos laboratorios y que los niños y niñas descubran la bicicleta como maquina, su historia, y su física. «Lo efectivo de un taller de este tipo es que se enamoren de la bicicleta y de un instrumento básico para una actividad física que necesitamos. Tenemos que pensar que los niños se muevan caminando, especialmente toda la primaria, y más adelante en bicicleta. Lo que funciona en en este tiempo es que la gene se mueva sola, que utilice la bicicleta y se reduzca el numero de personas que se encuentran en la calle, y la entrada y salida de las escuelas es siempre un punto complicado. Si perdemos el tiempo en evaluar si se puede o no se puede, no será nunca posible. Hay que darle la vuelta. Es necesario y lo hacemos», reclama.
Propuestas para Tudela
Iker Mazarico y Andrea Ramírez, alumnos de 6º de primaria del colegio Griseras, fueron los encargados de trasladar a Tonucci la realidad que viven en Tudela. Ambos alumnos contaron al pedagogo la sensación que tienen al vivir rodeados de coches en sus entornos, especialmente el escolar. «Los padres no se atreven a dejarnos solos por miedo a que nos puedan pasar muchas cosas, entre ellas que nos atropelle un coche, y compartir las calles con el coche es arriesgado. Los peatones tienen inseguridad, los niños crecemos con menos autonomía y si hay muchos coches te pierdes el deporte de ir andando», comentaron.
Ante este relato Tonucci pidió a los niños más valor. «Tenéis que reaccionar, tenéis que protestar, no podemos decir que hay peligro, debemos decir que no debe de haber peligros. Hay que devolver las ciudades a la gente, que los dueños de la ciudad sean las personas y para ello lo primero que hay que pensar es qué necesitan las personas para moverse solos», señaló
En este sentido Tonucci ha pedido valor a los alcaldes. «Cuando hablo con ellos siempre me dicen que con una política así no se les volverá a votar nadie. No es así, la gente no es tonta, habrá conflicto, pero los que se mueven y protestan generalmente son pocos. Nosotros tenemos que pensar en la mayoría, en las mujeres, los niños, los ancianos, la gente humilde que necesita una ciudad de este tipo y que la apoyará», asegura.
Hay que ponérselo difícil a los coches
Francesco Tonucci no ha sido el único en aportar soluciones y alternativas a la movilidad y la seguridad en nuestras ciudades en esta etapa que atraviesa la sociedad. Los alumnos tudelanos también plantean sus propias iniciativas.
Iker Mazarico apuesta por ponérselo difícil a los coches «quitarles aparcamientos, reducir la velocidad a la que pueden circular, crear zonas verdes en torno a los colegios para que no se pueda llegar en coche, facilitar a los peatones y las bicis la movilidad, mejorar los carriles bicis y elegir el colegio más cercano al lugar donde vivimos son algunas de sus ideas. «La gente va en coche por pereza y por la prisa, quizás deberíamos aprender a vivir más despacio», reflexiona el alumno de Griseras.
Para Tonucci la visión de Iker es fundamental y muy importante para comprender el cambio que necesitan las ciudades. «Hay que hacer difícil la vida de los coches, es así, no puede ser que lo difícil lo tengan los peatones. El coche una maquina que produce daños y hasta puede matar, es improcedente reconocerlo como algo natural y hay que excluirlo de la vida social», defiende el pedagogo italiano. «La otra cosa que plantea Iker es la prisa. Hay que tener paciencia, no tener prisa. Hemos comprobado en todas las experiencias que los niños que van solos a la escuela son más puntuales que los que van en coche. Si confiamos en los niños las cosas van a salir mejor», asegura.
Por su parte Andrea plantea una reflexión que debe condicionar la forma de ver las ciudades y que ha sido elogiada por el pedagogo italiano. «Los adultos piensan que si hacen un parque es para que los niños vayamos allí a jugar y no salir de allí. No. La ciudad debe de ser nuestro parque», sentencia la alumna de Griseras.
«Andrea aborda un concepto enorme que hay que escribir en caracteres de oro. No se puede pensar que jugar sea ir todos los días al mismo lugar a usar los mismo juegos y acompañados. Los niños no son hamsters. Eso son condiciones que no tienen nada que ver con el juego. Parece que los adultos que ofrecen esto se han olvidado que una vez fueron niños. El espacio de juego debe ser la ciudad, debemos devolver el espacio publico a la gente. Es en el espacio publico donde se viven los derechos, nos reunimos, nos encontramos y donde los niños juegan», concluye Tonucci.