Inicio Colaboradores Alfonso Verdoy Entender y adivinar, por Alfonso Verdoy

Entender y adivinar, por Alfonso Verdoy

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Está bastante extendida la opinión de que lo mejor es vivir el presente y desentendernos del futuro, puesto que todavía no existe. Lo que pasa es que el presente está siempre transido de pasado y también de futuro. Sabemos, por ejemplo, que habremos de hacer la compra para el próximo fin de semana. Tendremos que preparar hoy dinero en el banco para cubrir a fin de mes los recibos de luz, agua y otros, echaremos gasolina en el coche para que mañana no se pare, haremos un seguro de la casa por lo que pueda pasar en los tiempos venideros, y etc. etc. Siempre pues estamos el día de hoy pendientes del día mañana, siempre estamos pensando en el porvenir, sea cercano o lejano, de una manera o de otra.

Pero también tenemos otra forma de entender el ahora. Cuando conozco una cosa concreta, sea un instrumento, un útil, un coche, un vestido, lo que sea, no solo entiendo el objeto como tal, pues si reflexiono un poco siempre se me suele ocurrir qué habría que hacer para mejorarlo. Lo vemos como es ahora, pero intuimos a la vez cómo podría ser mejor en el futuro, de tal manera que posiblemente nos ponemos nosotros mismos a realizar esas mejoras o se las encargamos a un especialista- lo cual es motor de la cultura- o nos quedamos resignados por no ser capaces de llevarlas a cabo.

“El presente está siempre transido de pasado y también de futuro.”

Lo mismo nos sucede respecto a las circunstancias de la vida: sabemos cómo son nuestras relaciones ahora, pero adivinamos también cómo podríamos perfeccionarlas, y hasta es muy posible que nos pongamos manos a la obra y preparemos los medios necesarios para conseguirlo. Eso es lo que solemos hacer casi siempre tras determinadas discusiones o malentendidos.

O sea que nuestra capacidad cognoscitiva no solo nos depara la idea de lo que las cosas o las situaciones son en el presente, sino que a la vez nos da la idea de cómo podrían ser mejor en el futuro, y lo curioso es que esa idea no nos la ha enseñado nadie, sino que la hemos descubierto nosotros por nuestros propios medios. Ello nos indica que conocer no es solo conocer sino también adivinar la perfección de lo conocido; es como si lo inventáramos, no a escala de los grandes inventos, sino a la de esos pequeños que constantemente se nos ocurren. Nuestra mente está pues en el hoy pero además se trasciende hasta un futuro que nosotros diseñamos. Si solo fuéramos biología, no pasaríamos del ahora, pero afortunadamente somos algo más. Por eso progresamos.