El toro de fuego, espectáculo festivo que atrae a pequeños y mayores
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El toro de fuego es uno de los actos imprescindibles de nuestras fiestas. Desde el primer día hasta el último congrega en la Plaza de los Fueros a centenares de tudelanos, especialmente público infantil que cae al irresistible hechizo de corretear ante sus chispas.

El toro de fuego nació en realidad como Zenzenzusko y así aparece reflejado en el programa de las fiestas del año 1953, el primero en el que queda recogida la celebración de este acto en las fiestas de Tudela.

El tudelano Felix Milagro estuvo vinculado al mismo durante más de 25 años y su curiosa mirada ha querido indagar en la historia de este pequeño acto celebrado en muchos rincones de España. Su trabajo ha dado origen a una pequeña publicación «Historias del toro de fuego» que ha dejado escrita la pequeña historia de este festejo lleno de curiosidades. «En el año 1980 empecé a colaborar ayudando a Antonio del Valle, la persona que se encargaba de su montaje. Era una labor voluntaria y con el paso de unos año acabe quedándome solo. Me encargaba de preparar el toro, buscaba a alguien para llevarlo, me ponía en contacto con la pirotecnia… algunas de las primeras cosas que le hice fueron colocarle unas almoadillas para comodidad del porteador, ponerle un rabo o pintarle la cara de toro enfadado pues hasta entonces era solo una tabla pintada de negro», recuerda Milagro.



No tardaron en llegar nuevas mejoras al toro, como que el toro apareciese en sus carreras de carnaval pintado de cebra o de vaca y los imprescindibles cuernos de madera que replicaban a la perfección la cornamenta de un novillo y que permitió mejorar la apariencia de una figura que hasta entonces remataban dos pequeños bultos de madera sin gracia . «Yo sentía una gran satisfacción al ver como los niños venían a hacerse fotos cogidos de ellos y tocaban la punta para ver si pinchaban».

Una de las curiosidades que ha rodeado a este acto ha sido su horario «probablemente el que más veces ha cambiado de los actos de las fiestas», reconoce Milagro. «Hasta los años 60 no había horario y se celebraba después de los fuegos artificiales. Después se concretó que sería a las 12 de la noche, otros años a las 12,30h., también a la 1 de la madrugada hasta que comenzó a celebrarse a las 9 y a las 9,30h. de la noche». El desbarajuste en torno a su celebración fue tal, apunta Milagro, «que en los años 66 y 77 se programó un toro de fuego para el día de Santa Ana, pero después de estar un rato la gente esperando, y sin ninguna notificación, no se celebró. Se hizo al día siguiente, pero como nadie dijo nada no acudió nadie».



La celebración de este acto fue ganado en popularidad y los tudelanos y tudelanas comenzaron a reclamar que se celebrara todos los días de las fiestas «pero hasta 1972 no se consiguieron en parte esas pretensiones», relata Felix Milagro. «Hasta 1971 el toro de fuego solo salía el último día de fiestas, después de los fuegos artificiales y antes de la Revoltosa haciendo la Vuelta al huevo duro. Era tan breve el hueco disponible que mucha gente que había acudido a ver los fuegos artificiales si no corría un poco no llevaba a verlo. A partir de 1972 se celebró durante varios días de las fiestas pero, hasta 1984, se mantuvo la tradición de celebrarlo el último día, ahora ya sí, después de la Revoltosa».

Incidentes

Un espectáculo con esta trayectoria y tan abundante participación no ha estado libre de incidencias a lo largo de su historia como recuerda Milagro. «El toro de fuego es una de las dos figuras que tiene el ayuntamiento para este acto y que se adapta perfectamente a las carcasas que emplea la Pirotecnica Zaragozana. Un año al cambiar de pirotecnica trajeron otras carcasas con un montaje raro que no pude sujetar en las debidas condiciones, así es que al poco de encenderlo cayo la rueda al suelo con el consiguiente peligro», rememora.

Pero sin duda el incidente más sonado fue el de 2008, año que coincidió con el estreno de otra pirotecnia. «Trajeron unas carcasas muy pobres y se le añadió un paquete con petardos. El que lo hizo no debía de ser muy profesional pues lo sujetó con cinta adhesiva de plástico que, con el calor, se derritió volcando la caja hacia un lado y comenzando a lanzar chispas y cohetes por doquier hacia la gente que huyó despavorida de los veladores y del resto de la plaza hasta que consiguieron pararlo pues la persona que llevaba al toro no se estaba enterando de lo que estaba ocurriendo. Fueron 25 las personas que tuvo que atender la Cruz Roja por culpa del toro de fuego. Se llegó a comentar que el acto podría eliminarse por evitar riesgos al ser multitudinario algo absurdo para un acto tan festivo, barato y que atrae a público de todas las edades», concluye.

Los porteadores

La historia del toro de fuego ha estado vinculada a la de varios voluntarios tudelanos que han sido los encargados de dar vida a esta figura de chapa y madera. Milagro ha recopilado algunos de sus nombres, siendo algunos pero no todos de los que han dado vida a este acto. Ángel Galindo «Calero», Ricardo León, Antonio Ruiz, Antonio Jiménez, José Luis Ruiz, Jesús Rivas «Chucho». A partir de 2008, con la entrada en vigor de una nueva normativa para los espectáculos pirotécnicos, es la propia empresa adjudicataria de los espectáculos la que se encarga de aportar personal especializado para la celebración de este acto.