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El tren normal como herramienta clave para luchar contra el cambio climático y la contaminación atmosférica, por José Luis Ordóñez y Eduardo Navascués

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El cambio climático y la contaminación atmosférica son dos grandes problemas de escala planetaria a los que debemos dar solución. Las consecuencias derivadas de estas dos graves situaciones tienen y van a tener importantes afecciones para nuestra salud, el medio ambiente y nuestro modo de vida, de producción y consumo. Mientras desde el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se vienen realizando de forma constante llamadas para reducir las emisiones de Gases con Efecto de Invernadero (GEI), gobiernos y empresas no hacen más que retrasar la asunción de medidas para alcanzar unos mínimos objetivos.

A su vez, la contaminación atmosférica es otro de los grandes retos a los que nos enfrentamos. En el ámbito europeo, y de acuerdo con el último informe publicado de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), se elevan hasta 27.900 las muertes prematuras producidas en el año 2015 en el Estado español por exposición a partículas finas PM2,5, 8.900 por exposición a NO2 y 1.800 por exposición a ozono, lo que supone un incremento del 22% sobre los fallecimientos estimados en el año 2014 (23.180 por PM2,5, 6.740 por NO2 y 1.600 por ozono).

Para tratar de resolver estos dos grandes problemas una de las grandes parcelas donde debemos actuar es en el transporte de personas y mercancías. Actualmente del transporte provienen aproximadamente el 20% de los GEI causantes del cambio climático y como mínimo el 20% de los contaminantes atmosféricos que afectan a nuestra salud. Una de las piezas claves para luchar contra estos grandes problemas y reducir o mitigar sus consecuencias es convertir al ferrocarril en elemento clave en nuestro sistema de transporte. El modo de transporte que menor consumo energético tiene por unidad transportada es el ferrocarril normal. Al consumir menos energía, el tren es un bajo emisor de gases con efecto de invernadero, y puede dejar de emitirlos si la energía consumida procede de energías renovables. Por otra parte si derivamos el transporte por carretera hacia el ferrocarril normal estaremos también reduciendo los GEI y contaminantes atmosféricos que los vehículos de combustión interna emiten.

En este momento, la Comisión Europea está elaborando la Red Básica Ferroviaria Transeuropea, y por lo tanto la española, a definir en 2023 y a poner en servicio en 2030. Respecto a este proyecto, la Coordinadora Estatal en Defensa del Ferrocarril Público, Social y Sostenible, de la que forma parte Ecologistas en Acción, estima que los servicios de transporte en tren y las infraestructuras que los faciliten deben tener las siguientes particularidades: En primer lugar las líneas planeadas deben ser líneas de tráfico mixto tanto para personas como mercancías. Deben existir estaciones en el mundo rural, por cohesión del territorio y por justicia social, pero también para no obligar a grandes masas de la población a utilizar el automóvil. En las ciudades las estaciones se situarán en el centro de las mismas, ya que se facilita el acceso a través de formas sostenibles de desplazamiento; a pie, en bicicleta y en transporte público colectivo. A su vez, deben existir plataformas intermodales ferroviarias para las mercancías, que de forma útil y eficaz den servicio a centros de producción y empresas logísticas. Que las líneas sean con doble vía electrificada. Y que éstas estén dotadas de señalización tipo “ETCS”, sistema europeo de control de trenes, y de gestión de tráfico tipo “ERTMS”, sistema europeo también, que facilitan la circulación de 350 trenes diarios por las líneas de la red, permitiendo simultanear trenes de cercanías, trenes regionales, trenes de grandes distancias y trenes de mercancías. Que los trenes puedan circular a velocidades medias de 165 km/h en los trenes más rápidos, donde la velocidad máxima será de 200-220 km/h.

Estas son las principales características que la Red Básica Transeuropea debe tener si quiere dar respuesta a los retos medio ambientales que tenemos por delante. De forma colateral esta red es socialmente justa y económicamente viable. Todo lo contrario que el tren de alta velocidad, ya que tiene un gran consumo energético por unidad transportada. Al consumir más energía, es un gran emisor de gases de efecto invernadero. Además, no absorbe el transporte por carretera, sino que lo aumenta y perpetúa, pues no transporta mercancías ni el grueso del transporte de pasajeros. No solucionando por tanto parte del problema de la contaminación atmosférica.

Cuando hablemos sobre cambio climático o contaminación atmosférica pensemos en cómo solucionar esos problemas, pensemos en cómo debemos utilizar el tren: Una herramienta clave para luchar contra esos graves problemas, que además nos puede servir para no ahondar en la crisis social o económica.

José Luis Ordóñez es portavoz de la Coordinadora Estatal en Defensa
del Ferrocarril Público, Social y Sostenible.
Eduardo Navascués es portavoz de Ecologistas en Acción en Navarra