En el tranquilo pueblo de Snowhaven, donde el invierno pintaba todo de blanco, la Navidad estaba a la vuelta de la esquina. En la casa de los Rodríguez, cada adorno, cada luz y cada sonrisa escondían una realidad que iba más allá de la temporada festiva. Lucas, el pequeño de dos años de la familia, estaba librando una valiente batalla contra el cáncer.
Sofía, su hermana de cuatro años, era un rayo de luz en la oscuridad que había descendido sobre la familia. A medida que la Navidad se aproximaba, Sofía, con sus grandes ojos llenos de empatía, decidió que este sería un año diferente. Quería hacer algo especial para su hermano, algo que fuera más allá de los regalos materiales.
El proyecto secreto de Sofía comenzó en las tardes después de la escuela. En su pequeño rincón, rodeada de papel de colores, tijeras y pegamento, dio vida a su plan. Cada detalle, cada recorte, tenía un propósito: crear algo que pudiera envolver a su hermano en amor y esperanza.
Los días pasaron, y la víspera de Navidad llegó. La familia Rodríguez se reunió en la sala, donde las luces del árbol centelleaban y el espíritu navideño llenaba el aire. Sofía, con su regalo envuelto cuidadosamente, esperaba ansiosa el momento adecuado para sorprender a Lucas.
— Mamá, papá, quiero darle a Lucas su regalo ahora —anunció Sofía, con una mezcla de entusiasmo y nerviosismo.
— Claro, mi amor. Ahora es el momento perfecto —respondió mamá, sonriendo y sintiéndose conmovida por la determinación de su pequeña hija.
Sofía llevó a Lucas a la sala, donde un brillo de curiosidad iluminó sus ojos mientras veía a su hermana sostener el regalo.
— Lucas, esto es para ti —dijo Sofía, entregándole cuidadosamente la manta tejida.
Los ojos de Lucas se iluminaron al recibir el regalo. Al desenvolver la manta, descubrió los detalles meticulosamente cosidos por Sofía. Cada corazón y estrella tenía un significado especial.
Sofía comenzó a explicar mientras Lucas sostenía la manta en sus pequeñas manos.
— Estos corazones son porque te quiero mucho, Lucas. Y estas estrellas son para que siempre encuentres el camino de vuelta a casa, a nosotros.
La atmósfera de la habitación se llenó de silenciosas emociones mientras Sofía compartía la historia detrás de cada elemento de la manta. Era como si cada puntada contará una parte de la historia de su familia, tejida con hilos de amor y esperanza.
— Esta es la mejor manta del mundo, Sofía. ¿Cómo lo hiciste? —preguntó Lucas, con gratitud en sus ojos.
— La hice con todo mi amor, para que siempre sientas nuestro cariño a tu alrededor, incluso en los días difíciles —respondió Sofía, abrazando a su hermano.
La familia observaba con cariño mientras Lucas envolvía la manta alrededor de sí mismo. Se sentía como si cada hebra contuviera el amor de su familia, ofreciéndole consuelo y calidez en medio de su lucha. La noche continuó con risas, juegos y la sensación reconfortante de estar unidos. La manta tejida por Sofía se convirtió en el epicentro de la celebración, un símbolo tangible de la fuerza de la familia y la capacidad de encontrar alegría incluso en los momentos más difíciles.
A medida que las horas pasaban, la manta se transformaba en algo más que un regalo. Era un refugio emocional, un abrazo que trascendía las palabras. La familia Rodríguez comprendió que, a pesar de los desafíos, la magia de la Navidad residía en la conexión, el amor y la capacidad de encontrar luz incluso en la oscuridad.
La historia de Sofía y Lucas se convirtió en una leyenda en Snowhaven, recordándoles a todos que la verdadera magia de la Navidad no reside en los regalos caros, sino en los gestos llenos de amor y en la fortaleza de la familia. La manta tejida por las manos de una niña de cuatro años se convirtió en un símbolo perdurable de esperanza y la capacidad de transformar la adversidad en momentos de profunda conexión humana.
6ºA
El Papá Noel de la ventana
Era tarde, ya era hora de tomar la cena antes del gran d´ñia, Pero antes de bajar a cenar, decidí obsevar lo que pasaba fuera. Mucha gente solía pasar por el barrio a aquellas horas. Mi familia solía ser la única en cenar bastante más pronto0 de lo que los demás lo hacían, pero algo me sorprendió.
Solía haber unas 10 personas antes de cenar, pero esta vez sólo vi una. Extraño…, pensé. Decidí observar con atención sin perderme ni un detalle de su rostro. Tenía una gran barba blanca, un gorro de Navidad, un traje rojo, un cinturón negro con una hebilla amarilla y unas botas negras. ¿sería…? ¡Sí!¡Era papá Noel! ¿Pero, qué iba a hacer? ¿Cómo les diría a mis padres que debía saltarme la maravillosa cena que habían preparado para salir a la calle a unos dos grados a buscar a un hombre que se parecía a Papá Noel? Tras un rato pensnado, opté por la opción más sendilla: escaparme.
Había preparado esta situación hacía unos años, por si venía un ladrón y tenía que escaparme, pero esto era mucho más importante. Con todas mis fuerzas, conseguí saltar al balcón del segundo piso, ya que mi habitación se encontraba en el tercero, y de ahí salté a la terraza. Ants de caer, divisé de nuevo a Papá Noel, o quien fuese, esta vez dirigiéndose a un lugar en específico. Supuso que tendría que darme prisa para alcalzarlo, así que pasé a la fase dos: salir de la casa.
La verdad es que pensé que sería más difícil pero la puerta de la terraza estaba abierta, así que aproveché y salí por la puerta principal. Corrí todo lo que pude, desesperada por ver quién era esa persona o Papá Noel. Tras minutos de correr, logré alcanzarlo. Fue tocarle el hombre y se asustó de inmediato, preguntando quién era. Me llamo Clara, ¿y usted?- respondí como si no supiese quien era.
La persona (o Papá Noel) se quedó medio asustado y antes de pronunciar una palabra dijo ¿Sabes guardar un secreto? Claro que sí- respondí. De repente, se acercó a mi oído y me dijo: soy Papá Noel que todo lo ve y, en vez de estar siguiéndome, deberías estar cenando con toda tu familia mientras yo dejo los regalos bajo el árbol. No supe responder. Era cierto, lo había hecho. Me había escapado de casa, había seguido a un extraño por la calle y ni siquiera me había llevado una forma de contacgtar con mi familia o quien fuese.Por un momento psé la realidad y antes de que Papá Noel se fuese dije: Te haré caso, tranquilo. Cuando se fue volví corriendo a casa, antes de que alguien se enterase de lo sucedido. Men senté y … Empecé a contar la historia, me sorprendió cuando todos se rieron. Antes de irme a dormir volví a observar por la ventana pero esta vez era para algo distinto. Dejé un papel en la ventana y vi pasar a Papá Noel. “Ya no voy a espiar, gracias”, decía la nota. Justo ants de dormirme escuché uan voz que dijo: “¡Eres una buena niña y te voy a dejar muchos regalos, Clara!” Y antes de dormir grité ¡Gracias!
Paula Terroba 6ºB
Creo que soy una elfa
Érase una vez una niña llamada Carmen, tenía 12 años y vivía en Tudela, con sus padres y su hermanito pequeño.
Carmen odiaba la navidad. Cuando llegaba el 25 de diciembre, se encerraba en su cuarto hasta el día siguiente. La navidad del año pasado salió de su cuarto. Al final, después de tres navidades encerrada, la obligaron a salir un rato a divertirse en familia e impregnarse de la magia navideña.
Ella, malhumorada, se sentó en el sofá y mientras su familia cantaba villancicos, ella optó por ver la televisión, pero le llamó la atención un anuncio: “Creo que mi padre es un elfo: sí lo es, sí lo es, es un elfo”. Cuando justo, le llamó su hermanito pequeño para cenar.
Una vez ya cenados, Carmen, decidió irse a la cama, porque ya no soportaba el ambiente navideño.
Al día siguiente se levantó bastante feliz, ya que ya había pasado la navidad, y como de costumbre, se miró al espejo, pero dió un grito; “¡Tengo la orejas puntiagudas!” Sus padres fueron corriendo a ver qué le ocurría;” Cariño ¿Qué ha pasado, por qué gritas tanto?” Carmen respondió;” ¡Tengo las orejas como un elfo!” Los padres la intentaron tranquilizar; “¡No pasa nada, cariño, no será nada!”
Carmen se fue a su habitación aún muy preocupada, ya que ella siempre había tenido la punta de las orejas muy redonda. Así que, decidió buscar por Google lo que le ocurría. No le salió ningún tipo de información, pero por error entró a imágenes y se encontró con fotos de elfos.
Carmen se asustó, cuando entonces, recordó el anuncio, se le empezaron a revolver las tripas pensando en que se podría convertir en una elfa ( su mayor pesadilla ). Vió su reflejo en la ventana y observó que tenía los ojos cada vez más grandes y la nariz más respingada.
Y así pasaron los días, encerrada en su cuarto, no quería salir, estaba muy confusa. Pero el día de reyes, cuando le dejaron los regalos, había una carta; “Buenos días Carmen, sabemos que estos días los estás pasando muy mal, ya que piensas que eres una elfa, ya sabes que nosotros te observamos y la verdad, nos has dejado un poco confusos a nosotros también, así que, nos hemos comunicado con Papá Noel y él nos ha dicho lo siguiente; “Pues sí, Carmen se está convirtiendo en elfa, ya que le quería dar una pequeña lección sobre odiar la navidad, tiene hasta la navidad del año que viene (2023), para amar la navidad de verdad, en ese caso volverá a ser una humana, pero en caso de que no, se quedará así para siempre”.
Al pasar el tiempo ella se empezó a dar cuenta de que la navidad no era una fiesta para odiar, si no, para disfrutar y pasar tiempo en familia.
Estas navidades, ha prometido impregnarse en la magia de la navidad y pasar tiempo en familia.
Esta Navidad debido a que ha cumplido con el acuerdo, Papá Noel le a escrito una carta; “Querida Carmen, has cumplido lo que te dije, me alegro mucho de que hayas aprendido a introducirte un poco en el mundo de la navidad, tú has cumplido con lo tuyo, así que, ahora me toca a mi. El 25 de diciembre, si pasas las navidades fuera de tu cuarto, con tu familia, volverás a ser como antes”.
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