Érase una vez un perro que se llamaba Christmas. Era un labrador blanco, con manchas negras y sus ojos de arcoiris. Christmas tenía un carácter intrépido, simpático y era muy inteligente. Le gustaba correr, saltar y odiaba beber agua.
Vivía en una cabaña en medio de un bosque nevado.
Un día Christmas, iba paseando por la nieve y de repente se perdió. De pronto oyó a alguien cantando, se trataba de la Señora de Nieve que estaba buscando sus adornos navideños.
– Hola, ¿Cómo te llamas?- dice la señora de Nieve.
– Hola, me llamo Christmas, pero puedes decirme Chris. Me he perdido,
¿Puedes ayudarme?
– Claro que sí- dijo la Señora de Nieve. Si tienes tiempo, ¿Puedes acompañarme a buscar los adornos navideños?
– Vale, te ayudo a buscar tus adornos – dijo Chris.
Mientras caminaban, se encontraron cuatro caminos. No sabían cuál escoger, así que Chris decidió asomarse por el primero. Entonces, vio un oso polar maléfico que parecía enfadado, así que, Chris se escapó y volvió con la Señora de Nieve.
En el segundo camino encontraron muchas trampas, arenas movedizas y apestosas alcantarillas.
En el cuarto camino había un acantilado con plantas venenosas y arañas escalofriantes, por lo que decidieron rechazarlo.
Finalmente, eligieron ir por el tercero ya que se veían luces navideñas llamativas y coloridas. Además, pudieron observar y seguir unas huellas diminutas que les llevaron hasta un árbol navideño. Allí pudieron descubrir a un elfo pequeño, travieso y un tanto glotón. Cuando se acercaron, había escondido los adornos de la Señora de Nieve debajo del árbol navideño, entre los regalos.
Así, Chris y la Señora de Nieve consiguieron resolver el misterio de los adornos. Al final, con ayuda del pequeño elfo, arrepentido de su travesura, Chris consiguió volver a casa sano y salvo.
Alumnos de 4º