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El libro y la pantalla

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Es cada vez más difícil que la gente joven vaya formando su propia biblioteca, y no porque lea poco o muy poco, sino porque lo que lee no lo busca en los libros, no necesita tenerlos ni comprarlos, pues le basta con utilizar el ordenador para averiguar los datos, conocimientos o noticias que en cada momento le interesen. Se puede afirmar que con un solo aparato tiene potencialmente un número ilimitado de libros de todos los tipos, así que ¿para qué tener en casa una librería? No es necesario.

Claro que no es lo mismo depender continuamente de la pantalla que del libro. La pantalla siempre es la misma para todos los casos. Con la leve pulsación de un dedo brota una cascada de información sobre los temas que nos importan, y esto sucede con tanta facilidad y con tan poco esfuerzo que comienza poco a poco a subyugarnos, a sentir placer en buscar conocimientos, no ya por lo que estos nos puedan aportar, sino por la sensación de poder que esta función nos proporciona. Segundo a segundo pueden aparecer las páginas más variadas, aunque virtuales, como si fuéramos magos. ¡Cuánto nos gusta ejercer ese poderío por el mero hecho de ejercerlo!, claro que esto puede conducir a quedar presos en la tarea, adictos a ella sin poder escapar.

En el caso del libro estamos mucho más activos que con el ordenador y sin una pantalla que nos subyugue

El libro sin embargo es muy distinto. Cuanto tengo entre mis manos “El Quijote”, por ejemplo, tengo solo un libro, distinto a todos los demás; las hojas son reales y están separadas, no brillan ni se deslizan ante mi vista si no las paso yo con mis manos. Y si quiero conocer el significado de una de las palabras que Cervantes incluyó en el texto, o hacerme idea de un lugar geográfico que citó en sus páginas, me tengo que levantar, ir a la pequeña biblioteca de casa y coger un libro de geografía y un atlas, o el diccionario.

¿Es esto un problema? Según como se mire, pero lo cierto es que en el caso del libro yo estoy mucho más activo que con el ordenador, me tengo que mover en cuanto cambio de objetivo, y no me fascina como la pantalla, fascinación que puede producir- y que ya está produciendo-peligrosas adiciones entre jóvenes y no tan jóvenes; sin embargo no se conoce a nadie ofuscado peligrosamente por la lectura, salvo el caso del ingenioso hidalgo D. Quijote, como Cervantes plasmó en su universal obra. El ordenador es por supuesto necesario para nuestras informaciones, y creo que lo utilizamos todos o al menos la inmensa mayoría, pero puede adueñarse de nosotros si nos pasamos en su uso, mientras que con el libro somos siempre nuestros propios dueños.

Alfonso Verdoy