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Había una vez un lugar muy bonito llamado Tudela. En esta ciudad habitaba un gigante al que no le gustaba nada pero que nada, el ruido. En Navidad los niños y niñas abrían regalos, jugaban alegremente, decoraban las casas, cantaban villancicos, y con todo ello hacían mucho ruido. Esto al gigante le enfadaba muchísimo. Tuvo una gran idea, traer nubarrones oscuros para que Papá Noel no viera Tudela y no dejara regalos. Así los niños y niñas dejarían de hacer ruido y molestar. Llegó la Navidad, Papá Noel se acercó al río Ebro, pero al no poder ver la ciudad, pasó de largo. Así año tras año al final los habitantes del lugar olvidaron la Navidad. Un invierno a través del río llegó un pescador de tierras lejanas. Al montar su puesto de venta de pescado lo decoró con luces de colores, guirnaldas, muérdago, coronas…Al preguntarle los niños qué era todo aquello, el pescador les habló sobre la Navidad. Les habló de la alegría, el amor, estar con la familia, la paz, regalar, el Portal de Belén, el árbol de Navidad. Pusieron tantas luces en la ciudad que los nubarrones desaparecieron. El gigante al ver la alegría de todos los habitantes, se acordó de su familia. Como ya no vivía con ellos, decidió decorar su casa e invitar a todos los niños y niñas. En aquel momento comprendió qué era la magia de la Navidad, y nunca más arruinaría la felicidad y la alegría de los demás.

Alumnado de 4ºA

Una lección 21para Jaime

Jaime era un niño muy caprichoso, desde unas semanas no paraba de pedir regalos y juguetes porque sabía que se acercaba la Navidad. Sus padres le trataban de explicar que hay muchos niños que también quieren regalos.
Llego la Navidad y toda la familia se reunió para celebrar ese gran día juntos. Jaime apenas tenía tiempo de saludarles, porque se paso toda la mañana abriendo regalos. Sus padres escribieron a Papa Noel que le trajese todos los regalos que Jaime le pidió, para darle una lección. Y así, mientras sus primos jugaban y reían, Jaime desenvolvía regalos. Al principio era divertido pero al rato la tristeza apareció, tenía más juguetes que nunca, pero había sido la peor Navidad de su vida.
De fondo, Jaime podía escuchar a su familia reírse mientras contaban historias, y él, se lo estaba perdiendo todo. Jaime entendió que lo importante de la Navidad no son los juguetes, sino el poder disfrutar de la familia.

Alumnado de 4ºB

La esperanza de la Navidad

El frío ya se comenzaba a notar en el hueco del árbol en el que vivía junto a mis tres hermanos y mis padres. Somos una familia de seis ardillas y yo soy Sergio, el hijo menor. Empezaba el invierno y aunque era complicado encontrar comida en el bosque, era la época del año que más me gustaba porque en nuestro hogar celebramos la Navidad con mucha ilusión. Decoramos nuestro árbol con flores, setas, piñas y muchos frutos más.
Nosotros ya teníamos todas las avellanas y piñas necesarias para pasar el invierno pero un desgraciado día, unos mapaches vinieron a nuestra casa, nos amenazaron y nos obligaron a darles de comer. Al día siguiente volvieron y así continuamente. Llegó el día en el que ya no teníamos nada para darles de comer y entonces nos obligaron a darles nuestra casa. Nos fuimos a vivir al bosque. Allí no había piñas colgadas de los árboles ni ningún adorno que nos anunciara la llegada de la Navidad.
Pasaron los días y cada vez hacía más frío. Un día, vimos una cueva iluminada y decidimos entrar. Estaba llena de familias que por diferentes motivos se habían quedado sin hogar. Nosotros les contamos nuestra historia y escuchamos las suyas. Compartir nuestras experiencias nos hizo conocernos y querernos como si fuéramos una gran familia. Fueron las mejores Navidades de mi vida. Sin mucha comida y sin regalos pero con muchísimo amor. Y colorín colorado, otra vez la Navidad ha triunfado.

Daniela Aranaz Lorente 5ºB

La mejor Navidad de Ana

Érase una vez, una niña huérfana llamada Ana que tenía 9 años. Era pelirroja, bajita, con pecas y con los ojos azules. También era muy amable, alegre y generosa. Su mayor sueño era tener una familia y así poder irse del orfanato, y pasar las Navidades en compañía de personas que la quisiesen.
Cada vez faltaba menos para Navidad así que Ana escribió su carta a los Reyes Magos. En ella pidió una familia buena y cariñosa que la quisiera, cuidara y adoptara para el resto de su vida, y dibujó en su carta cómo quería que fuera. Pasaban los días y se iba acercando la Navidad, ella estaba cada día más nerviosa y emocionada, al igual que el resto de niños y niñas. Cada día decoraban una parte del orfanato y en la entrada pusieron el árbol de Navidad para que todos lo vieran. Entonces, una mañana fueron los Reyes Magos al orfanato a recoger todas las cartas que habían escrito. Cuando las abrieron se dieron cuenta de que todos pedían lo mismo, una familia. Así que los Reyes Magos fueron de inmediato a buscar familias que quisieran niños y niñas muy cariñosos y buenos como Ana. Las encontraron gracias a la ayuda del espíritu de la Navidad, que es el Espíritu Santo, e hicieron una lista con todas ellas. Llegó la Navidad y el día de los Reyes Magos, el 6 de enero por la mañana, Ana y sus compañeros y compañeras fueron a abrir los regalos y cuando llegaron al árbol de la entrada se encontraron con un montón de familias que los esperaban con regalos, ¡cada uno iba a tener una familia!. Buscaron su nombre en los carteles que sujetaban los padres, Ana fue corriendo a buscar a su familia y la encontró entre la multitud. Cuando llegó frente a ellos se alegró muchísimo y los abrazó, su mamá se llamaba María, su papá José y su hermano Andrés. Además traían una mascota, un perro llamado Kira, con un gorro de Papá Noel. Los padres le dieron un regalo y Ana decidió no abrirlo. Le preguntaron: -¿Por qué no lo quieres abrir?- Y Ana les respondió: Sé lo que se siente cuando no se tiene nada, por eso quiero dárselo a los más necesitados, quiero que ellos lo abran y disfruten con él. Así pasaran unas buenas Navidades como yo ahora que os tengo.
Al fin Ana recogió sus cosas y se fue a casa súper feliz con su nueva familia. Cuando llegó y abrieron la puerta, se encontró con una gran sorpresa, sus nuevos tíos, tías, primos, primas, abuelos, abuelas y un gato que no había podido ir, llamado Coco. Ana no se lo podía creer había tenido el mejor regalo de Navidad, pasó el mejor día de su vida con todos, jugando a juegos, y contando chistes y acertijos. Terminó el día y Ana se fue a la cama cansada y llena de felicidad por ese día que había pasado en el que se había dado cuenta de que pasar tiempo con la familia es el mayor regalo del mundo.

Azucena Martínez Pedroso 5ºC