El pequeño protagonista en la puerta de su domicilio en el pequeño homenaje que le realizó el ayuntamiento y las fuerzas de seguridad
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Se trata de un ave de carácter entre mítico y fantástico, capaz de resurgir de sus propias cenizas cada vez que muere. Pero los mitos nunca son totalmente falsos, ya que representan el deseo latente de las personas que los crearon y el de las que los mantienen. Tampoco son solo relatos, sino que suelen escenificarse mediante ritos. Es lo que pude presenciar este domingo pasado, domingo del Ángel para los tudelanos, un ángel infantil que debía cruzar la Plaza Nueva, colgado de una gruesa maroma, para quitarle a la Virgen el velo del dolor e infundirle de nuevo la alegría. Este año no pudo ser, porque las cenizas de la pandemia acechaban con hacerlo desaparecer.

Pero no fue así del todo, porque hubo personas que soplaron entre las cenizas para que este moderno ave fénix que es el Ángel de Tudela comenzase a levantar el vuelo. Y así lo hizo: frente a un pequeño parque rodeado por un bloque de viviendas en la Avenida de Santa Ana- ¡cómo no iba a estar nuestra divina Abuela de por medio!- aparecieron varios coches de Policía Local, Nacional, Foral, Guardia Civil, furgonetas del 112 y Cruz Roja haciendo sonar las sirenas. Eran las doce del mediodía, y las campanas se unieron a la comitiva repicando alegremente, formando un festivo concierto.

“En un balcón apareció un niño con las vestiduras del Ángel y portando en su mano la banderita azul”

En un balcón de un primer piso apareció un niño con las vestiduras del Ángel y portando en su mano la banderita azul, entre fuertes y emotivos aplausos. Los policías salieron de sus coches y aumentó la densa ovación desde los abarrotados balcones. El niño comenzó a bracear con su banderita como si navegase por los aires, lanzando de cuando en cuando los consabidos “aleluyas”; fue un aleteo tímido, primerizo, no como el que rotundamente hubiera realizado en la Plaza de los Fueros, pero prometedor de nueva vida. En un altavoz se escuchaba el himno nacional y los numerosos espectadores aplaudieron con más fuerza si cabe. Cuando la música finalizó, la ovación fue más intensa, con la misma emoción que si se hubiera efectuado la ceremonia real. El niño bajó a la calle y la policía le hizo entrega de algo, no pude ver de qué se trataba.

Luego el chico subió a su casa, los policías se metieron en sus coches y comenzaron a desfilar sonando sus sirenas, aplaudidos por todos, también por el niño, ya en su balcón, convertido en un Ángel de verdad, porque había sido capaz de escapar a su desaparición y realizar su primer vuelo, un aleteo breve pero seguro, entre aplausos, músicas y volteos de campanas, como siempre. Este Ángel fue un ave fénix no como el del mito, sino de verdad, impulsado por el fogoso sentir tudelano que nunca morirá.

Alfonso Verdoy