Edurne Jiménez / Grupo de Danzas de Tudela
Como cada mes de julio, y con las fiestas de Santa Ana a la vuelta de la esquina, empiezan los preparativos. Y el Grupo de danzas deja preparada la agenda para los diferentes actos en los que participa año tras año.
25 de julio, 10 horas. El jolgorio del cohete todavía se deja sentir, pero nadie falta a la cita. Alpargatas, albarcas y trajes de Pospoliña listos. Es nuestro debut oficial, la ofrenda a nuestra patrona, un momento especial en el que los tudelanos se reúnen para mostrar su respeto y cariño por su abuela. Y lo hacemos, con flores. Es un acto breve, pero intenso, que, además, anuncia el día más grande de la ciudad.
Día 26, 9 horas. Es un día de nervios y prisas. Castel-Ruiz vuelve a ser un hervidero. Toca ponerse de gala. Medias negras, enaguas, falda de paño, camisa blanca y chaquetilla negra con brocados las chicas. Y pantalón, camisa de hilo y chaleco los chicos. Y como no, nuestro ramo de albahaca en la mano.
Es el día de Santa Ana, en el que miles de personas llenan las calles para acompañar a la patrona en su recorrido. Y es un día duro, duro por el calor, por ese sol abrasador que dispara sin piedad durante las dos horas de procesión. Pero nada importa, ni las enaguas, ni las medias, ni esas chaquetillas negras que multiplican la temperatura. Es un día de orgullo por poder participar en el acto por excelencia del año en Tudela.
Y con la patrona de nuevo en su casa, toca hacer lo que más nos gusta. Bailar en el salón de estar de la ciudad, en esa plaza de los Fueros que ese día brilla más que nunca, al son de la Jota de Tudela.
Pero el día no ha terminado. Qué serían las fiestas sin ese homenaje al Tudelano Popular. Ese homenaje a personas como Polvora, La Chacha, los ‘Pollos’, Sagasti, Ansó, El Jabonero, Severico, nuestra Anichu Agüera, Salcedo, Marquina, las joteras Camino Martínez y María Herrera, Perico… y tantos y tantos otros que con su casta y trabajo desinteresado han hecho que esta ciudad sea un poco mejor.
Pero todo esto, este año no podrá ser. El cohete no surcará el cielo, Santa Ana se quedará sin flores y sin su procesión, el Popular tendrá que esperar, las alpargatas no danzarán en los bailables de la plaza y las jotas se quedarán en casa. Y así debe ser. Porque nos jugamos mucho.
Son nuestras fiestas, las amamos y las disfrutamos al máximo, pero las danzas tendrán que esperar. No es un adiós, es un hasta el año que viene. Si todos cumplimos, el 24 de julio cuando las agujas marquen las 12, despertaremos de este mal sueño que tanto daño nos ha hecho.
Los vivas a Navarra, Tudela y Santa Ana volverán a escucharse, y más alto que nunca.
Se lo debemos a todos los que nos han dejado. Y por ellos bailaremos.