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Diego Caro Serrano acaba de publicar «Tortugas», novela con la que este arquitecto tudelano se estrena en el mundo literario. Tras vivir una intensa etapa profesional por Tokio, Pekin y Sanghai, tras el nacimiento de su hija se instaló en Hong Kong, donde se embarcó en un doctorado que le llevó a investigar sobre la historia del urbanismo moderno y la sociología urbana. Fue el inicio del regresó al mundo académico y al mundo de la reflexión, recuerda, analizando fenómenos urbanos y sociales dentro del mundo globalizado que comenzó a plasmar en diferentes artículos. Tras la irrupción del Covid regresó a Tudela con su familia.
¿De dónde le viene la faceta literaria a un arquitecto?
Desde muy joven, y sobre todo en mis años de bachillerato, me interesé mucho por la lectura. Recuerdo tomar prestados libros de José Saramago en la biblioteca del Instituto Benjamín, para sorpresa del profesor que hacía las veces de librero en la cafetería del centro. Hubo una serie de profesores, principalmente músicos, que alimentaron esa inquietud por la lectura, Saramago, Salinger, Orwell, García Márquez… cuando decidí ir a Japón lo hice movido por las ganas de conocer nuevos mundos y, por qué no decirlo, inspirado por novelas de autores japoneses como Haruki Murakami, Banana Yoshimoto, Yukio Mishima…
¿Había una experiencia literaria previas a la novela?
Antes de comenzar mi novela había escrito algún relato. Uno de los primeros fue un relato muy Kafkiano escrito para los Premios a la Creación que se celebraban en el instituto. Gané el premio, pero algún profesor me comentó que les había resultado bastante “oscuro”, aunque ya anticipo que Tortugas no va por esos derroteros. Después escribí cosas sueltas y fue principalmente en Tokyo, cuando empecé a tomar muchas notas en cuadernos, mezcla de diario y ensoñaciones.
¿Cuál es el germen de «Tortugas»?
Comencé «Tortugas» en el año 2011, en un invierno que marcó los primeros compases de mi estancia en Pekín, compases que me resultaron bastante duros. La novela, de hecho, comienza con un pequeño incidente, real, tras el que se sucedieron una serie de situaciones surrealistas. Después llega la inmersión gradual en un mundo en el que se mezcla la realidad con la imaginación, envuelto por el halo de una gran metrópolis -collage de distintos escenarios- y la necesidad de enamorarse de todo lo que a uno le rodea. El título, además de hacer referencia a una pequeña anécdota que se narra en el libro, tiene su origen en esos años de transición entre la adolescencia y el “hacerse mayor” que uno experimenta al terminar la carrera. Con relación a las tortugas, se habla de “años perdidos” a esos años de adolescencia en los que flotan en el océano sin rumbo aparente hasta que, una vez adultas, vuelven a la playa en la que nacieron para desovar. Esos conflictos internos entre hacerse mayor y flotar en medio de una metrópolis a miles de kilómetros de mi Tudela natal es lo que, de alguna manera, me empujó a escribir esta novela.
¿Qué le diría al lector para que se sumerja en su lectura? ¿Qué es lo que van a encontrar?
Tortugas transcurre bajo el océano de una gran ciudad anónima, durante los últimos días de un viaje que concluye con el inicio de otro, como en una espiral de escapismos. Es una historia de amor frágil entre dos mundos, reales o imaginarios, cuyo punto de encuentro es un centro comercial abandonado al que se accede por una pequeña puerta que pasa desapercibida en el rellano de una escalera de incendios. Allí, unos niños traviesos rompen cristales y un señor con gafas los recoge en silencio con su escoba una y otra vez, al personaje principal le recuerda a su padre desaparecido. También hay un parque. Este relato en primera persona, muy explícito en sus formas y sus fondos, está envuelto por la dulce angustia de hacerse mayor que a uno le persigue desde la inocente infancia hasta los años perdidos que suceden a la adolescencia, flotando lejos de la orilla original.
¿Hay nuevos proyectos literarios?
Sí, los hay. Últimamente he estado muy volcado en mi tesis doctoral y la mayor parte de mis energías para redactar y leer han ido dirigidas hacia esta dirección. También he estado escribiendo bastantes canciones para distintos grupos musicales en los que he tocado y toco, como Cracklebox en Hong Kong, actualmente, los Flamingos, y mi proyecto musical en solitario Diego Case. Pero tengo otra novela empezada que, tal vez, se llamará «Cisnes» y en la que tengo mucha ilusión puesta.
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