En este tan trillado y exuberante mundo de los personalismos, contrariamente a lo que pudiese parecer, caminamos hacia la perfección democrática total, que no es otra cosa que estar siempre votando. Ya nos lo decían los sabios cuando insistían tanto en que lo importante es el camino, mientras que la meta constituye la muerte. De modo que hemos llegado a la conclusión (¡ya nos ha costado!) que si votar es el camino para alcanzar la meta de gobernar, debemos caminar indefinidamente. Y, en justa consecuencia, no gobernar jamás. Al fin y al cabo, el gobierno sin gobierno no deja de ser una interesante y válida opción.
Los cuatro muchachos que, en estos momentos, se disputan el poder patrio así lo creen y a ello dedican sus televisivos esfuerzos. Como afirma el politólogo F. J Hendrix, no son más que una recreación de los cuatro jinetes del Apocalipsis, a saber, Muerte, Guerra, Hambre y Peste. Tan sólo ha cambiado el color de los caballos que montan. Si en el bíblico libro, eran blanco, rojo, negro y bayo, ahora son rojo, azul, morado y naranja. Los jinetes, por mucho que se disfracen, siguen siendo los mismos aunque, eso sí, más fotogénicos, pues su único objetivo es aparecer en la televisiones para repetirnos sus rollos mesiánicos; de ahí que cuiden tanto sus excrecencias pilosas.
Lo miremos como lo miremos, todo es un déjà vu, pues, como dice el famoso tópico, nihil novum sub sole (nada hay nuevo bajo el sol). Y está claro que decir una cosa y la contraria, en función de las circunstancias”, constituye el catecismo de los cuatro muchachos, por más que los tifosi, hooligan, ultras, barras bravas y demás especímenes de sus «seguidores a muerte» perdonen a su respectivo líder, mientras culpan de todos los males a los otros tres.
Llevamos cuatro convocatorias electorales en cuatro años, pero los expertos dicen que la perfección sería hacer cuatro convocatorias al año, sobre todo para que sea más continuo el periodo de reflexión, que es lo que falta en esta sociedad irreflexiva. Así que estamos en el camino correcto, lo que siempre es alentador. Cada uno de los cuatro muchachos afirma que sólo siendo presidente él se solucionarían todos los problemas de los españoles. Pero como eso no hay quien se lo crea, lo mejor es que no logren mayorías para gobernar. Al fin y al cabo, unas elecciones cuestan algo así como la milésima parte de lo esquilmado desde el Gobierno, entre robos directos e indirectos.
Por supuesto, apreciado lector adicto a uno de los cuatro muchachos, todo lo dicho antes se refiere a los otros tres, porque su líder es el más coherente, el más justo y el que nos sacará de esta eterna crisis de la que siempre estamos saliendo y de la que nunca acabamos de salir.
Por favor, envainen los cuchillos de las redes sociales. Tenemos motivos sobrados para ser felices, pues estamos transitando el místico “Camino de Perfección”.