No me refiero a esos registros que hacen los organismos oficiales de nuestras solicitudes, sino a esos que a diario, en la calle y en los medios, hacemos todas las personas cuando vemos y escuchamos lo que se ve y lo que se dice. Continuamente se nos están ofreciendo, además de lo que necesitamos saber en ese momento: – la dirección de un edificio, una parada de autobús, un restaurante, etc.- anuncios publicitarios mezclados con informaciones varias: la política, la bolsa, el tiempo, las noticias rosas, el deporte, etc. Y todo eso queda registrado en nuestra mente, que se ve obligada a tomar nota de muchas cosas a la vez, sin duda demasiadas.
Y ahí juega un papel importante nuestra atención, que forzada a entregarse a todo lo que registramos, termina por agotarse y se resigna a una actitud pasiva ante tal cantidad de informaciones, viéndolas pasar ante sí pero sin tener ganas ni fuerzas para juzgarlas y elaborar opiniones con criterio personal. Cuando tomamos partido por una información viene la siguiente y nos hace olvidarla por completo, por lo que se puede afirmar que vemos todo pero no nos enteramos de nada. Es como una avalancha de aguas tumultuosas, tan abundantes y revueltas que nos impiden nadar y tomar una dirección elegida por nosotros, arrastrándonos desordenadamente por donde las aguas discurren y hasta poniendo en grave peligro nuestra vida. Más o menos como nuestras respuestas ante tan descomunal avalancha informativa, que nos arrastra a donde no sabemos porque no nos es posible formarnos una opinión que nos guíe.
“Juzgar y opinar sobre la cantidad de información que hoy recibimos es de todo punto imposible”
Y es que juzgar y opinar sobre todo lo que hay es prácticamente imposible. Otra cosa sería si seleccionásemos previamente aquellos asuntos que inciden en nuestro camino, ese que reflexivamente nos hemos trazado en pos de unos objetivos. De ese modo, los temas seleccionados focalizarían nuestra atención, pensaríamos solo sobre ellos y actuaríamos en función de nuestras maduradas decisiones.
Los demás asuntos los aparcaremos en una especie de semiinconsciencia. Habrá cosas que, en alguna ocasión, nos pese haberlas semiolvidado, pero al menos no nos habrán impedido caminar en la dirección elegida, mientras que si no seleccionamos y estamos dispuestos a registrar todo, nos pasará como en las grandes riadas: que no podremos nadar a nuestro gusto ni llegar a buen puerto, y hasta es posible que los traidores remolinos se nos traguen y acaben con nuestra libertad.