No debe extrañar en este país hablar y escribir de toros, porque llevamos más de cinco siglos haciendo de los toros el espectáculo principal de las fiestas de pueblos y ciudades. Numerosos intelectuales y artistas de todas las épocas y colores políticos, españoles y extranjeros, han sido y son aficionados a la Fiesta. Es cierto que ahora hay una ideología contraria, que ha cristalizado en una orden ministerial prohibiendo premiar la tauromaquia, aunque eso huela sospechosamente a otras intenciones, pero curiosamente ha conseguido reavivar una afición que comenzaba a palidecer.
Este espectáculo no ha surgido por crueldad ni por un carácter sádico de nuestras gentes, como acusan con saña y desconocimiento los antitaurinos. La afición a los toros ha surgido en el mundo mediterráneo, donde se ha dado una mayor admiración y devoción por la vida, quizá por la luz, la dulzura del clima, la abundancia solar y el azul brillante del cielo, que invitan más al goce de los sentidos. Pero ese amor apasionado por la vida implica un rechazo de la muerte, una huida, y no hay mejor modo de huir que eliminar el peligro. Eso es lo que ocurre en las corridas de toros, que se mata al símbolo de la muerte, al toro; por ello se va a las plazas llenos de alegría, con la esperanza y la seguridad de que el torero saldrá victorioso, pues basta lidiar con inteligencia para lograrlo. Consideramos a la vida superior a todo, invencible, pues nuestro inconsciente cree que tiene lo necesario para conseguirlo. El toreo supone un amor y una fe en la vida enormes, pues nunca puede ser vencida. Por ello la corrida empieza con un desfile colorista y una música radiante: no cabe mayor ilusión en este inicio.
Llevamos más de cinco siglos haciendo de los toros el espectáculo principal de las fiestas de pueblos y ciudades
La tauromaquia, por tanto, no es sino el modo lúdico que nuestro inconsciente colectivo ha elegido para representar su más 24profundo deseo: ser inmortales. En el fondo es una especie de filosofía de la vida, surgida no en libros sino en el profundo sentir de las culturas mediterráneas, como demuestran los abundantes restos arqueológicos. Es una manifestación distinta a la de otros países europeos, pero es que Europa no debe significar todos iguales, sino todos unidos, cada uno con su cultura, lo cual nos dará una verdadera riqueza. Así que suprimir una de ellas, la que sea, sería un error irreparable.