Inicio Colaboradores Alfonso Verdoy De gerifaltes y espías, por Alfonso Verdoy

De gerifaltes y espías, por Alfonso Verdoy

-- Publicidad --

Querían los gerifaltes tener controlado al personal. No sabían cómo, pero lo tenían que conseguir. Tener vigilada a la gente, saber en cada momento qué es lo que hacía, poder influir en sus decisiones, les reportaría unos beneficios incalculables. Pero, ¡qué difícil!, porque sería necesario un espía por persona, o al menos un espía por cada familia. Y eso era imposible; habría que duplicar la población, lo cual era un objetivo tan a largo plazo que se hacía inviable. Por otra parte, ¿cómo vigilar a los propios espías?, ¿cómo saber si, poseedores de una información tan extraordinaria, decidirían hacerse con el mando de la situación? No, nunca se podría reclutar un número tan exagerado de personas, y además habría que tener otros espías para estos primeros, y otros para estos segundos, y otros para los terceros, y así siempre, con lo que se invalidaba el sistema.

No se podía pues tener bajo control a las personas con otras personas, y los gerifaltes de turno desecharon esta hipótesis. Hacía falta otro medio fiable, pensaron. ¿Y si fuera una máquina?, ¿si las máquinas fuesen las encargadas de realizar la vigilancia? De estar bien construidas bastarían pocas personas para revisarlas de cuando en cuando. Lo que pasa es que una máquina se nota mucho, demasiado, y la gente las rompería, para verse libres de su vigilancia. “¡Qué fracaso!, pensaban los gerifaltes, “¡nunca podremos controlar a las personas!”.

No se podía tener bajo control a las personas con otras personas, y los gerifaltes desecharon esta hipótesis

Pero siguieron devanándose los sesos. ¿Y si se pudiera aprovechar alguna de las máquinas que la mayoría posee, alguna que pareciese inocua? Por ahí se agarraron y empezaron a pensar con ahínco. Tuvieron reuniones múltiples y al fin, un día casualmente, el más viejo de todos tuvo una inspiración oportuna. Así que reunió a los más cercanos, les miró con autosuficiencia y socarronería a los ojos, carraspeó, y les dijo irónico: -“Parece mentira que no se nos haya ocurrido antes”. Se dejó mirar por aquellos ansiosos colegas, y musitó satisfecho la palabra clave: -“Las máquinas que estamos buscando no pueden ser otras que…la televisión, el móvil y la tablet. Así que a trabajar”. Y desde entonces los gerifaltes nos tienen controlados.