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El costumbrismo y las tradiciones tudelanas protagonizan la sexsagésimo segunda publicación del historiador y cronista tudelano Luis Mª Marín Royo, un libro que sale a la luz con nuevas aportaciones, historias y fotografías de la capital ribera y que es el resultado de un encargo de la Orden del Volatín, que quiere contar con este volumen como regalo institucional.
Marín ha querido configurar una obra amena, de fácil lectura, y que resulte curiosa y llamativa, especialmente para aquellos lectores que no son de Tudela pero quieran tener una imagen de la historia, las costumbres y modos de vida de los vecinos de la capital ribera, explica el autor.
Aunque en su bibliografía figuran media docena de publicaciones vinculadas a la historia y el costumbrismo, Marín ha querido reunir en las 334 páginas y cerca de 170 fotografías e ilustraciones de esta obra nuevas historias, relatos e imágenes que realizan un recorrido cronológico entre 1119 y 1900, ofreciendo datos sobre los modos de vida, fantasías de la Tudela medieval y la transformación de la ciudad.
El primer encuentro que ofrece el autor es con la historia de la Orden del Volatín, impulsora del libro, sus 50 años de historia, su trabajo recuperando costumbres y tradiciones así como su contribución a lo que hoy son las exitosas fiestas de la Verdura. También se adentra en la visión que han dado de Tudela viajeros que la han visitado, escritores e ilustres tudelanos y en costumbres de la ciudad medieval que quedaron reflejadas en el Fuero de Tudela. Resultan especialmente curiosos el relato de la historia de amor entre el musulmán y una judía en el S. XIV, la historia del cañón que ocupó el puente del Ebro y que hoy puede verse en el Museo del Ejército y los textos que se adentran en el carácter y forma de ser de los tudelanos en un amplio recorrido que menciona textos de los siglos XV al XX.
Igual de curioso es el capítulo que Marín dedica al sexo, el trato que se daba al adulterio, las relaciones entre los distintos credos, los amancebamientos así como el litigio que mantuvo el ayuntamiento con un burdel de la ciudad en el S. XVI y al que obligó a cerrar más que por estar en contra de la actividad porque no cobraba porcentaje por ello. Poco duró la clausura, relata Marín en el libro, «y ante el exceso e fornicación y lujuria que había en Tudela desde que se había cerrado el burdel se volviese a convertir en mancebía de mujeres públicas».
La fuente de los angelotes
Marín dedica casi un capítulo a la conocida como Fuente de los Angelotes, que llegó a la capital ribera en 1885 dentro del proyecto de distribución de aguas de Tudela, y que ocupó un lugar privilegiado en la Plaza de la Constitución, hoy Plaza de los Fueros. Como recuerda Marín en el libro, fueron las figuras de niños con un barril o ánfora por donde se echaba el agua a la poza la que llevó a que los tudelanos denominarán a esta fuente como la de los angelotes.
La fuente ocupó un lugar privilegiado en la Plaza, pero no en el centro. Durante los primeros años se situó más próxima a la Casa del Reloj. Marín considera que la fuente pasó al centro de la plaza a finales del S. XIX o comienzos del XX, y permaneció allí hasta 1921, momento en el que se construyó el quiosco. La fuente se volvería a reubicar tres años más tarde en el Paseo de Invierno, donde quedó destruida por el bombardeo del 13 de agosto de 1937 durante la Guerra Civil y que ocasionó 13 muertos en la ciudad.
Su desaparición ha llevado a que los aficionados a la historia de la ciudad se embarcarán en pequeñas investigaciones siguiendo el legado que la fundición de George Smith de Glasgow ha dejado por el mundo con otras fuentes similares. En este sentido, Marín se hace eco del trabajo de José Miguel Jiménez y Chema de la Osa que localizaron varias fuentes fabricadas por la firma escocesa, y que todavía pueden verse en East Linton en Escocia y en Santander, donde popularmente se le conoce como la fuente de los meones.
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